Reivindica el sentido común en la educación, ¿dónde lo perdimos?
Lo perdimos en el momento en que pretendimos ser más listos que nuestros padres y hacer de la educación una tecnología. Las generaciones pasadas podían hacer las cosas bien o mal, pero se sentían bien orientados. Es esa seguridad en la orientación lo que hemos perdido.

¿A qué achaca esta desorientación?
A la ideología que asegura que hay una respuesta técnica para cada problema; al olvido, en definitiva, de que la urgencia de los problemas a resolver es siempre mayor que nuestra inteligencia disponible. Pero actualmente hay tanta oferta de soluciones que quien tiene un problema se siente culpable.

¿Qué les aconsejaría usted?
Que se relajen. Los hijos también tiene derecho a tener unos padres tranquilos que les proporcionen tiempo de calidad. Ni existen fórmulas mágicas, ni los padres perfectos, ni los hijos perfectos, ni las familias perfectas. Educar también es equivocarse y crecer es también aprender a querer a los demás (y, en primer lugar, a nuestros padres), siendo plenamente consciente de sus imperfecciones.

¿Qué cree que ha cambiado entre las generaciones anteriores y las de ahora en cuanto a paternidad?
Que cada vez existe una distancia mayor entre los intereses espontáneos del niño y las demandas profesionales de la vida adulta. Nuestros padres sabían que, si nos proporcionaban unos estudios elementales, podríamos encontrar trabajo con relativa facilidad. Los padres de hoy buscan denodadamente lo que pudiera ser equivalente a aquellos estudios, pero aunque hay muchos profetas, hay pocas certezas sobre el futuro.

¿Y cómo debemos afrontar esta situación?
Asumiendo que el órgano educativo de nuestros hijos no es el oído, sino el ojo. Aprenden de nuestras convicciones y de nuestro comportamiento espontáneo más que de nuestros consejos. Al final, por lo tanto, lo que educan no son nuestras tecnologías, sino nuestras convicciones.

¿El miedo a equivocarse puede llevar a algunos padres a bloquearse?
Todos tenemos miedo a equivocarnos. Pero los hijos son como los barcos: el lugar más seguro para ellos es el puerto, pero no están hechos para eso. No podemos inhibirnos a la hora de poner normas, porque son terapéuticas, pero deben ser suficientemente amplias como para que se puedan mover en su interior con soltura.

Ahí entramos en el debate de los límites.
Precisamente. Ser niño significa tener más energía que sentido común para controlarla. Las normas son el aporte de los padres al frágil sentido común de los hijos.

Pero, ¿hay cosas innegociables?
Por supuesto. Las horas de sueño son innegociables, nos jugamos la madurez neurológica del niño. La higiene y la alimentación correcta, también. Es poco sensato que las horas más tumultuosas del día sean las de acostarse y levantarse.

Y en este contexto… ¿qué papel tiene la escuela?
Creo que la escuela siempre ha tenido el mismo papel, que es el de puente entre la familia y la sociedad. El entorno familiar es un lugar privilegiado donde al niño se le quiere por ser quien es, el cariño de sus padres es incondicional. Pero la sociedad nos aprecia por lo que sabemos hacer. La escuela hace posible el tránsito armonioso de un mundo a otro.

Y el docente, ¿qué papel tiene?
Si los buenos padres aman incondicionalmente a sus hijos por lo que son, los buenos docentes aman lo mejor que pueden llegar a ser. El docente le ayuda al alumno a visualizar la mejor versión de sí mismo, tal como se refleja en su conducta.

¿Cree que existe una buena coordinación entre padres y colegio?
Creo que aquello a lo que llamamos “comunidad educativa” es un concepto más cargado de buenas intenciones que de buenos resultados. Los padres se implican mucho en los centros educativos durante los primeros años, pero a medida que los niños crecen se van alejando. A mi modo de ver ese progresivo distanciamiento es bueno porque, como decía antes, la escuela tiene por misión hacer de puente entre la familia y la sociedad.

Si la relación se enfría, ¿no hay peligro de descoordinarse, por ejemplo, a la hora de transmitir valores?
¿Y qué hay de malo en ello? Vivimos en una sociedad plural y defendemos esa pluralidad porque es un valor supremo. Es normal que en este contexto los valores no sean coincidentes. Un profesor no puede actuar de acuerdo con los valores de todas las familias de la clase, porque seguro que entre ellas hay una heterogeneidad axiológica. Personalmente creo que la escuela debería preocuparse más por el fomento de las virtudes intelectuales que por el de la indignación moral entre los alumnos.

Usted no cree en la crisis de valores.
En absoluto. Lo que tenemos es una crisis de prioridades, o más aún, de criterios. Nunca se ha hablado de valores tanto como ahora. Lo que no sabemos bien es cuáles son nuestros valores.

¿Y por qué cree que no se asimilan?
Porque los valores, las virtudes, los hábitos, se aprenden con el ejemplo. Los niños interiorizan aquello que ven hacer a las personas a las que admiran. La educación moral es el resultado de la emulación hecha hábito conductual.

¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías en el contexto actual?
Yo sigo creyendo que la relación cara a cara entre profesor y alumno es esencial y debe preservarse como la relación pedagógica fundamental. Ahora bien, parece indudable que quien quiera asegurarse un puesto de trabajo bien remunerado en el futuro ha de tener una sólida formación en lo que los anglosajones llaman las materias STEM (science, technology, engineering, mathematics). Posiblemente hoy nuestro principal reto educativo es dar forma a un humanismo científico-tecnológico. La división entre letras y ciencias no puede servir ya de cobertura ideológica a la ignorancia en ciencias.

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Comentarios(3)

  • la educación es la hobra necesaria entre familia y maestros también los padres de los compañeros y de los niños de una clase dentro y fuera del centro pero la formación académica si las notas son buenas mas o menos a los niños se les aguantan mejor dentro de las aulas aunque su aptitud no sea la adecuada mientras que si no es así y cualquier persona tiene dificultades académicas y de habilidades sociales empieza el sacudirse el polvo cada profe para agarrarse a la culpa de los padres y Madres sentimos porque las cosas no van bien sin embergo los niños y sus familias están salvados si un docente es maestro mas que funcionario frustrado PSDT es una esperiencia muy muy real

  • Lourdes Sánchez

    estimado amigo. Soy docente de un programa de educación y labor social a través de la música, mejor conocido como el Sistema de Orquestas y coros de Venezuela. Hemos leído parte de su visión en la educación y nos interesaría mucho conocerlo. Estamos en Barcelona y tenemos un concierto en el Palau de la Música, por lo que quisiéramos invitarle. Puede ponerse en contacto con nosotros?
    Le doy el siguiente mail donde puede escribirnos: pgonzalez@fundamusical.org.ve.
    Muchas gracias!

  • No podría estar más de acuerdo .Estos días he visto la película ” La educación prohibida “,y, pienso como usted que a los docentes nos cuesta reflexionar sobre nosotros mismos pero es muy necesario ,como decía Miguel Ángel “Ancora imparo” ( Todavía estoy aprendiendo ); siempre se aprende ,debemos compartir .No me extraña que términos como la coasociación sean tan necesarios.
    Gracias

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