Nadie duda en estos días que la extensión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha significado una verdadera revolución en nuestras vidas.
La posibilidad de conectarnos y de compartir información y conocimiento también ha significado cambios sustanciales en el mundo de la educación. Y como en todas las revoluciones, detractores y partidarios alzan sus voces a favor o en contra de este cambio de paradigma en el que lo abierto ha pasado a ser el gran protagonista. La necesidad de compartir conocimiento de forma abierta no es algo nuevo, pero las posibilidades que tenemos hoy en día hacen que adquiera una nueva dimensión.
En este contexto nacen nuevas fórmulas de formación y aprendizaje, como los MOOCs, siglas de Massive Open Online Courses (Cursos En línea Abiertos y Masivos). Desde su nacimiento en 2008, y su auge en 2012 (el llamado “año de los MOOCs”), muchas de las universidades más prestigiosas han lanzado cursos en plataformas como:
La mayoría de estos cursos se articulan alrededor de cápsulas de conocimiento en formato vídeo de corta duración, junto con cuestionarios y entregas como método de evaluación. Los que siguen este esquema son los denominados xMOOC. Cursos abiertos y masivos (alcanzando y superando muchos de ellos la cifra de 100.000 participantes) pero que en mayoría de casos siguen un esquema similar al de cualquier formación online.
La alta tasa de abandono de los alumnos, la pérdida del contexto, la falta de tutorización o seguimiento, dudas acerca de la calidad de los materiales o cómo certificar las competencias adquiridas, son algunas de las críticas que reciben estos cursos. Muchos incluso hablan de los MOOCs como el nuevo hype o moda en el mundo de la educación.
Pero la verdadera revolución de este nuevo formato la encontramos en los denominados cMOOC, basados en la conectividad y donde cada uno de los participantes dota de significado su propio proceso de aprendizaje viviendo una experiencia tan única como caótica, pero no por ello menos rica o interesante. En estas comunidades, no existe una sola plataforma, ni único material definido, ni un solo itinerario lineal, si no que los contenidos se crean a partir de las aportaciones de todos los nodos participantes. Se basan en la cocreación y generación de contenido en lugar de la simple agregación o réplica.
Vivimos en un mundo donde lo estable ha dado paso a lo mutable y las definiciones y categorizaciones pierden significado en una realidad en constante cambio. Es por eso que más allá del formato que puedan tener mientras lees estas líneas, lo realmente relevante de los MOOCs y otras fórmulas abiertas es que se hable de ellas, que se sepa que existen plataformas donde compartir conocimiento, donde uno mismo pueda decidir qué quiere aprender y a qué ritmo, enriqueciendo y creando nuevos contenidos en el mismo proceso formativo. En este nuevo modelo, el sentido de las clases magistrales se desdibuja frente a la posibilidad de una gran ágora virtual y conectada donde todos tenemos algo que aportar, donde todos somos maestros y todos somos alumnos.
¡Bienvenidos a la revolución del conocimiento abierto!
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