El profesor Christian Felber, padre de la Economía del Bien Común, afirma que las empresas que tienen un comportamiento desigual no pueden ser tratadas como iguales. Es decir que los instrumentos reguladores del estado (leyes, fiscalidad, incentivos crediticios, etc.) no pueden ser los mismos para una empresa que fabrica armas que para una empresa que produce alimentos ecológicos de proximidad, que no puede recibir el mismo trato una empresa que paga sueldos dignos o respeta el medio ambiente que una empresa que externaliza sus procesos para reducir gastos con repercusiones sociales y ambientales graves en diferentes lugares del mundo. Porque si por la regla del mercado libre tratamos igual a empresas desiguales, al final las que sacan provecho de esta “égalité” son las que juegan sucio para ser más competitivas.
El mismo concepto de libre mercado es ofensivo porque a la idea de libertad se le da una vuelta de tuerca perversa y se sobreentiende que el mercado sólo se tiene que regir por la “libre” competencia de la oferta y la demanda. Pero esta idea de libertad del mercado también resulta ser falsa porque la globalización económica actual permite poco menos que la libre circulación de mercancías y de capitales financieros pero no la de la “mercancía” de la fuerza de trabajo por ejemplo.
En el ámbito de las Ciencias Sociales de la escuela Vedruna Vall de Terrassa ya hace años que tanto en 3º de ESO como en 2º de bachillerato se trabaja alrededor de todos estos aspectos. De hecho, cuando hace cinco años en Bangladesh se cayó el Rana Plaza, un edificio dedicado a la producción textil con subcontrataciones de marcas internacionales, realizamos un pequeño proyecto ABP que sensibilizó bastante a los alumnos. Con los alumnos de 2º de bachillerato, todos los años, uno de los temas fuertes es justamente la Economía del Bien Común, y los chicos parecen salir bastante convencidos que hay alternativas dentro del mismo sistema capitalista.
A todo esto, hace un par de cursos en Vedruna Vall hemos emprendido una apuesta muy fuerte por el trabajo por proyectos, también en la ESO. Vedruna ya hace años que optó por las nuevas TIC (PDI, 1×1, Moodle, etc.), pero ahora lo hace también con las nuevas tendencias metodológicas en enseñanza. El Proyecto 9.2 del curso actual consiste pues en que en 2º de ESO, las materias de sociales, inglés y matemáticas se fusionan en un gran proyecto en el cual los alumnos trabajan de manera cooperativa: fuera paredes, grupos homogéneos y heterogéneos, 1×1, 2 profesores en el aula, etc. El eje central del Proyecto 9.2 se fundamenta en la colaboración con una pequeña empresa de Sabadell que desde 2015 desarrolla una innovadora trazabilidad de los productos de consumo.
La empresa en cuestión, Twenty Corner, se presentaba como un tipo de empresa auditora privada que garantizaba con una etiqueta llamada Passport (Basic, Medium o Premium) la transparencia y el origen ético (en estos tres niveles) del producto de sus empresas clientes. Pero recientemente Twenty Corner además ha desarrollado un software utilizando la tecnología NFC (la misma de las tarjetas de crédito contactless) que permite al consumidor, desde el móvil y sin tener que descargar ningún app, obtener toda la información de los productos que traigan este tipo de trazabilidad. Pasando el móvil por encima de la etiqueta NFC y desde el portal Make it Visible (MiV) de Twenty Corner, el consumidor ve de qué vaca viene la leche con la que están hechas las natillas, o qué operario ha cosido la camiseta y en qué condiciones. Las empresas clientes de Twenty Corner pueden trabajar el marketing de sus productos de una manera nueva e inmediata, pero el requisito será siempre que al menos una de las pestañas del portal de la empresa auditora explique claramente el origen y los diferentes procesos productivos (incluidos los externalizados) de aquello que el consumidor está a punto de comprar.
En primer lugar el consumidor ya no podrá decir nunca más que no conoce el origen del producto que está a punto de comprar y del cual hasta ahora intuía (sólo intuía) que no daba todas las garantías éticas mínimamente exigibles. Por lo tanto, al criterio de calidad-precio se incorpora ahora un tercer criterio ético de consumo con mucha más inmediatez y facilidad de transparencia respeto al origen del producto para el consumidor. Y lo más importante: si esto se extiende, las empresas no éticas se tendrán que espabilar en este sentido para ser más competitivas y no a la inversa, como sucede ahora.
¿Y cómo incluir todo esto en un proyecto educativo de 2º de ESO como el 9.2? Pues la idea es que los alumnos sean protagonistas de un aprendizaje realmente significativo y que trabajen generando ellos mismos la mayor parte del proyecto en sí, es decir:
- Un “estudio de mercado” de su entorno para averiguar el origen de los productos de su día a día y que hace que en el fondo concluyan que la mayoría de preguntas sobre el origen de sus compras hoy en día no tienen respuesta. Que por un lado el consumidor no tiene incorporado el interés por este tercer criterio ético de consumo pero que, por otro lado, las empresas tampoco son transparentes, al menos no con la trazabilidad actual.
- Un segundo “estudio de mercado” de un entorno cercano, en los mismos términos y en conexión con la asociación de comerciantes de proximidad Comercio Terrassa Centro, tanto en cuanto a multimarca como marcas blancas.
- Elaboración del Formulario Ético en el apartado de los Orígenes de la plataforma MiV para los productos clientes de Twenty Corner y que sean la base de un sistema de puntuación. Este es el formulario que las empresas productoras de los bienes de consumo tendrán que rellenar en el proceso “de auditoría” con un mínimo de diez requisitos éticos (sociolaborales y ambientales) y que será el fundamento del etiquetado NFC de estos bienes.
- Elaboración de un sistema de puntos del origen ético del producto que permita etiquetar NFC en verde, naranja o rojo (al estilo de la Economía del Bien Común de Felber) estos bienes de consumo.
- La elaboración de una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que se pueda llegar a presentar en el Parlamento de Cataluña, al Parlamento Europeo o al organismo que haga falta y que a modo de la ley de auditorías, obligue de alguna manera a las empresas de productos de consumo a usar este tipo de trazabilidad para ofrecer la máxima transparencia respecto de su producto hacia el consumidor final.
En resumen, si desde una aula pudiéramos colaborar mínimamente a hacer un cambio en la forma de consumir de la sociedad e incluso llegar a influir de manera “legislativa” en la ética productiva de las empresas, entendemos que sería una pequeña revolución realmente maravillosa que ayudaría a hacer el mercado un poco “menos libre” y, por lo tanto, más justo.
Bibliografía:
Felber. C. (2011). La economía del bien común. Ed: Deusto. Barcelona