¿Qué es la hiperaula y en qué consiste?
Es un hiperespacio porque, al permitirnos organizar libremente las tres dimensiones del espacio, nos permite hacer lo mismo con la cuarta, el tiempo. Dicho de otro modo, los alumnos pueden trabajar de cualquier manera: en grupos o individualmente, simultánea o independientemente, unos de un modo y otros de otro… Es un foco hipermedia, porque permite combinar de cualquier manera todos los medios y transitar sin obstáculos entre lo físico y lo virtual. Y está equipada tecnológicamente para servirse de la hiperrealidad, es decir, para representaciones y simulaciones cada vez más ricas, más indistinguibles de la realidad e incluso más accesibles que ésta.
¿Qué aporta la codocencia a la educación de hoy en día?
La codocencia aporta un mix más rico y completo de cualificaciones profesionales en el aula, apoyo mutuo, una situación más relajada, corresponsabilidad, transmisión insensible de conocimiento tácito, una oportunidad para la inducción y formación de los profesores junior, un apoyo y un descanso para los senior, menor riesgo de arbitrariedad para el alumno, mayor continuidad de unos proyectos que dejan con ella de ser meramente personales, etc. En fin, todo son ventajas.
¿Hay diferentes tipos de codocencia?
Tantos como emparejamientos o agrupamientos posibles. Lo curioso, no obstante, es que, si se busca literatura científica sobre la “codocencia”, lo que aparece en primer término y en mayor número es la colaboración –suponiendo que sea tal, pues quizá haya que decir la convivencia, o la conllevancia– entre un profesor ordinario (y principal) y otro de educación especial (o de apoyo). Es como decir que el segundo venía a librar al primero de los alumnos fuera de la norma, los anormales.
Y usted cuando se refiere a codocencia, ¿lo hace en esos términos?
Yo hablo de codocencia para referirme a dos o más profesores ordinarios en un aula, con independencia de que se añada o de que alguno de ellos pueda ser educador especial, de apoyo o en formación. Llamar codocencia a la presencia de un profesor complementario y subordinado para alumnos con necesidades especiales es sólo una manera de reafirmarse en el modelo de un profesor-un grupo-un aula-un tiempo homogéneo (y, en secundaria, una asignatura), un modelo fabril para los alumnos y autárquico para los profesores que hoy ha perdido cualquier sentido.
¿Cómo deben organizarse los docentes? ¿Supone dedicar más tiempo no lectivo?
No, puede requerir incluso menos, ya que se van a repartir responsabilidades, aunque he de decir que sería un criterio poco digno. En cualquier caso, el tiempo no lectivo del profesor se dedica siempre en gran medida a diseñar y preparar el tiempo lectivo o a deshacer sus entuertos. La colaboración hace que el trabajo del profesor sea más productivo y eficiente tanto dentro como fuera del aula, permite hacer lo mismo con menos, más con lo mismo y, por supuesto, más con más; y la codocencia permite una atención más diversificada sobre el terreno, por lo que provoca menos desajustes y una menor necesidad de corregirlos a posteriori.
Este año ha empezado con este proyecto de la hiperaula en la propia facultad donde imparte docencia, ¿qué le ha parecido la experiencia? ¿Qué cosas cree que están por mejorar?
Por circunstancias que no vienen al caso, nuestra experiencia fue muy improvisada. Otra profesora que cayó allí según comenzaban las clases, sin ninguna preparación previa, y un diseño de la materia que había sido establecido, por el calendario universitario, antes de contar con la hiperaula. Aun así, pudimos dar pasos hacia una verdadera codocencia y creo que la experiencia fue buena para los alumnos y enriquecedora y muy relajada para nosotros. Pero la nuestra fue una de dos o tres experiencias. La Universidad sigue dominada por un modelo docéntrico y unitario, las pocas veces que hay un segundo profesor en el aula es siempre el ayudante del primero. En ese terreno está todo por hacer.
¿Es posible extrapolarlo a la educación primaria o secundaria?
Es que el camino ha sido el contrario, la hemos importado de la primaria y la secundaria a la Universidad. Podría mencionar decenas de ejemplos de estos niveles en los que dos o más profesores colaboraban o colaboran sobre el terreno, generalmente con grupos de alumnos más amplios que los habituales (no se trata de dividir por dos las ratios). Yo no he inventado ni la hiperaula ni la codocencia, sólo he explicado, sistematizado, teorizado, rebautizado y, si quiere, he hecho algo más visible una alternativa que existe hace siglos, que hasta hace poco fue reabsorbida una y otra vez por la gramática profunda de la escolaridad, ese modelo de aula-huevera que la gran mayoría del profesorado ha venido aceptando sin saber por qué, o precisamente por eso.
¿Por qué considera que es mejor dos docentes para 60 alumnos que uno para 30? Al fin y al cabo la ratio es la misma…
Digamos que es algo parecido a por qué son mejores dos progenitores para la parejita de hermanos que uno para cada uno. Complementariedad y contraste, más diversidad y riqueza de criterio, más equilibrio y menos arbitrariedad, menos riesgo si no ha habido suerte con alguno de ellos y, además, un ejercicio parental o docente más completo, más relajado y en el que se progresa más.
Son muchos los beneficios…
Si eso es así entre 2-2 y 2*(1+1), lo es quince veces más entre 2-60 y 2*(1-30). La murga de las ratios no conduce a ninguna parte, pues la más pequeña reducción resulta muy cara, produce muy poco (si es que produce algo) e incluso aumenta la frustración del docente. No discuto que aquí o allá se deba reducir (o se pueda aumentar) la ratio, pero como eje de las lamentaciones es una idea simplona, un pensamiento muy pobre que, por desgracia, parece también único para algunos individuos y colectivos.
¿Se debe invertir una gran cantidad de recursos económicos para obtener una hiperaula?
Para nada. En principio es menor que el de dos aulas-huevera: el mismo o parecido coste variable por alumno (mobiliario, superficie…), menores costes fijos (algunas paredes menos y algunos metros útiles más), menores costes ocultos (una baja ocasional o un mal día de un profesor, por ejemplo, no es un desastre) y mejores resultados, desde el bienestar al rendimiento. Luego, sea en el aula huevera o en la hiperaula, se puede invertir más o menos en tecnología, pero si algo caracteriza a ésta, es que parte de ella es fácilmente escalable, lo que implica que esa parte no tiene costes marginales.
¿Y si hablamos de transformar un aula tradicional a una hiperaula?
Lógicamente, hacer una reforma de un aula que fue diseñada de otro modo sí que tiene un coste, pero es como reformar la casa propia, siempre termina valiendo la pena.
¿Cómo debe ser el mobiliario de la hiperaula?
Debe ser, como su nombre indica, móvil, aunque parezca una perogrullada. Las aulas-huevera están llenas de mobiliario difícil de mover, incluso inmovilizado (bancos adosados a pupitres, atornillados al suelo, patas que chirrían, etc.). Muy móvil, muy fácil de mover por los propios alumnos. Debe ser confortable, por supuesto, pero su sola micromovilidad es un importante elemento de confort. Conviene que sea algo variado en altura, agrupabilidad, etc., de colores simpáticos y que absorba el sonido en vez de reflejarlo. No hay mobiliario perfecto, ni es fácil decidirse, pero sí que hay una amplísima oferta que supera por goleada al mobiliario escolar tradicional.
¿La hiperaula implica utilizar ciertas metodologías innovadoras (STEAM, ABP, ABR, ABJ…)?
La hiperaula no implica nada. Es el aula-huevera, la que implica o impone, que el profesor se suba a la tarima a dictar una lección o se siente a la mesa a vigilar a los alumnos. La hiperaula obliga, eso sí, a decidir qué tipo de docencia y de aprendizaje se desea, no es la excusa de ninguno de ellos. Convierte al docente en el diseñador del proceso de docencia y aprendizaje, incluidos espacios y tiempos y, por supuesto, actividades; hace de él, por primera vez, un verdadero profesional. En ese sentido, sí que resulta particularmente adecuada para pasar de dar la lección e hincar los codos al aprendizaje colaborativo y a cualquier combinación de éste con el trabajo individual y colectivo.
¿Este tipo de aulas ayudan a mejorar el aprendizaje de los alumnos “disruptivos”?
Sin duda ninguna. No hace falta ser ni libertario ni psicólogo para entender que la materialidad del aprendizaje es importante, que el aula-huevera es muy constrictiva y represiva y que, en consecuencia, todo ello provoca por sí mismo gran parte de esa disrupción. Es una de las preguntas que nunca dejo de hacer a los docentes cuando visito un centro de estas características y la respuesta es siempre la misma: sí, alumnos que eran un problema, o a los que habíamos convertido en un problema, en el aula tradicional, dejan de serlo en un espacio-tiempo (un hiperespacio) más flexible, más abierto y más libre.
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es bueno este comentariop
Muchas gracias por compartir la información, ahora en estos momentos difíciles, sería importante brindar información a fin de internalizar la importancia del uso de las aulas virtuales, un afectuoso abrazo, vuestro amigo por siempre Dr. Adolfo Valencia Gutierrez