Participó en su momento en el proyecto Educación 2020, explíquenos en qué consistió y cómo surgió la iniciativa.
Yo empecé a trabajar en ese proyecto en el año 2013, después de terminar mi tesis de primer grado. El proyecto fue iniciativa de la Fundación 2020, de Mario Waissbluth, y surgió de la sociedad civil: un grupo de estudiantes y profesores de distintas universidades buscaban un espacio para poder incidir en la sociedad y poner el tema de la educación en la palestra pública.
¿Qué motivó a la gente a poner en marcha el proyecto?
Principalmente, el ver que los procesos de educación en Chile estaban estancados. Los estudios y las investigaciones empezaban a reflejar que la formación de pedagogía en la universidad era bastante precaria, que los estudiantes no aprendían, que existía una desvalorización en la sociedad del rol del profesor. Las carreras de pedagogía son las peor pagadas en Chile. Fue en este punto que este grupo de personas que impulsaron Educación 2020 reaccionó.
Actualmente trabaja para el Ministerio de Educación de Chile. ¿Qué implicación tuvieron las autoridades con el proyecto de Educación 2020?
La relación del proyecto con los distintos gobiernos ha variado según los programas y visiones de cada partido. Hay más afinidad con los gobiernos que ponen el acento en terminar con el modelo neoliberal, en la formación de estudiantes para vivir en sociedad, y menos afinidad con los gobiernos que promueven la meritocracia, que potencian el sistema actual de mercado, es decir, que potencian el rol profesional de la educación por encima del social. A pesar de esto, Educación 2020 es un proyecto que trata de mantenerse independiente.
¿Aquellos estudiantes y profesores movilizados, han sido capaces de incidir en el modelo de escuela chilena?
Yo creo que sí, aunque es pronto para sacar un análisis profundo. Actualmente se prioriza la inclusión en las aulas, ese es el objetivo primario que tenemos ahora sobre la mesa. El primer proyecto que se aprobó en esta dirección fue un proyecto que se llama ley de inclusión y que propone diferentes medidas que van en esta dirección.
¿Qué tipo de medidas?
En primer lugar buscamos una inclusión real de todos los alumnos, indistintamente de su procedencia socioeconómica, cultural, nacional, etc. Esto se consigue con un primer paso que es evitar que haya escuelas que se lucren con la educación. Hasta ahora había escuelas públicas y escuelas “privadas” que recibían una subvención del estado. Estas últimas, además, cargaban una cuota a las familias. Con la nueva ley esto ya no sucede: todos los centros han pasado a ser fundaciones y corporaciones sin ánimo de lucro. De esta forma, la educación deja de estar involucrada en intereses relativos a los negocios. Además, se elimina la posibilidad que las escuelas puedan discriminar a los alumnos según su nivel socioeconómico o religioso. Esto básicamente apunta a lograr escuelas inclusivas.
¿Y se logra?
Ahora tenemos un sistema que permite a los padres elegir las distintas escuelas y los estudiantes quedan repartidos de forma más homogénea. Antes se permitía a las escuelas seleccionar a sus alumnos por el nivel socioeconómico. Blindaban el acceso a la escuela solo para aquellos que podrían pagar el añadido. Pese a que la intención de recaudar más dinero pudiera revertir en la mejor calidad de la educación, era un mecanismo muy perverso de segregación. Esto ha quedado eliminado con la nueva ley.
¿Este cambio en la legislación ha tenido que ver con la movilización ciudadana?
Por supuesto. Sin ello no hubiera habido ninguno de los cambios. Lo que hicieron las movilizaciones sociales fue cambiar los horizontes hacia donde estaba orientado el sistema y hacia donde se encaminaba la política educativa. Pusieron sobre la mesa una orientación distinta. Yo no diría que hay un 100% de coincidencia con lo que pedían las movilizaciones, pero en el tema de la educación sí que hay un cambio de rumbo, que ha llegado gracias a los estudiantes y sus reivindicaciones.
¿Qué papel han tenido las nuevas tecnologías en todo esto?
Para lo que vivimos aquí, las redes sociales fueron clave. Sobre todo a nivel de liderazgo y de internacionalizar las demandas y de buscar complicidades. Compartir emociones y pensamientos de forma instantánea resultó ser muy necesario para crear conciencia y debatir. Creo que sin ellas habría sido imposible. También eran nuestra arma frente a la invisibilización de los medios de comunicación.
¿Qué reflexiones sobre la educación se abordaron?
Como he dicho antes, principalmente el cambio de rumbo, la búsqueda de un nuevo horizonte que orientara la educación al servicio de la ciudadanía y no del mercado.
En este sentido encuentro muy interesantes las reflexiones que propone François Lyotard en su Informe sobre el saber. Es muy necesario hablar del conocimiento y de la transmisión de este, sobre todo en esta era de cambio digital.
Reflexiones como, por ejemplo…
Son interrogantes muy básicos. ¿Quién transmite conocimiento? Se pregunta por el docente, por la persona que está al frente, por su perfil. ¿Es activo o pasivo?¿Se involucra en los cambios o no?¿Cómo se concibe a sí mismo y a su rol: como iluminador de conciencias o como constructor de conocimiento?
Se interroga también sobre el tipo de cosas que se transmiten: ideas, creaciones, comportamientos, hábitos. En la era digital es fácil alcanzar el contenido, está al alcance de todo el mundo. Por eso es importante plantearse ahora qué es lo que se quiere transmitir.
¿A que retos se enfrenta la educación en Chile?
En primer lugar, el que nos ocupa: cambiar el sistema de mercados en cuanto a la educación. Debemos orientarnos hacia una educación para la vida en sociedad. Debemos cambiar también la manera en que se relacionan las escuelas, ya que ahora compiten para conseguir más subvenciones. Queremos desterrar la visión meritocrática y rescatar una visión más rica y amplia.
En segundo lugar, es importante para nosotros digitalizar el aprendizaje. Aún no somos capaces de medir el impacto que han tenido las nuevas tecnologías en la educación. No se trata de hacer que aprendamos más rápido, sino de que aprendamos mejor. Los niños y niñas de hoy en día tienen muy integradas las redes sociales, se agrupan y se relacionan a través de ellas. Debemos sacar el máximo provecho a esto. Por último, creo que en Chile deberíamos repensar la investigación para esquivar el modelo que impera en el resto del mundo.
¿Qué propone para la investigación?
Actualmente está extremadamente centrada en la aplicación práctica, es un modelo totalmente funcional. No se investiga aquello que no da un rendimiento económico, aquello que no se convierte en producto que se pueda poner a la venta. En este sentido, la investigación está hiperespecializada: los que se dedican a ello saben muchísimo de un nicho de conocimiento, pero no saben nada de otras cosas. Esto fomenta hombres y mujeres muy estrechos de pensamiento. Creo que hay que explorar los límites del conocimiento.