¿Qué procesos cognitivos son clave para el correcto desarrollo intelectual de un niño o niña?
Es una pregunta compleja, pero intentaré definir 4 aspectos clave. El primero de ellos es la capacidad de mantener la atención durante un rato, les guste o no, en lo que están haciendo. No tiene que ver con la motivación que pueden tener con aquello que están haciendo sino con su capacidad de prestarle atención. O dicho de otra manera, que un niño o niña sepa diferenciar entre diversos estímulos, qué es lo importante y qué no, qué estímulo distorsiona su actividad y cuál no. 

¿Qué otros procesos son importantes?
Otro aspecto que debemos tener en cuenta es el de la memoria: a corto y a largo plazo. Debemos fijarnos en la capacidad que tiene la persona para almacenar información. La memoria nos sirve para poder dedicar recursos a otras cosas y no tener que estar pendiente de cosas que supuestamente ya hemos aprendido. 

Qué interesante…
Después hay dos procesos que consideramos más académicos: los procesos lectores y los procesos numéricos. Estos procesos son muy transversales en muchas materias. En p5, primero y segundo de primaria se presta mucha atención a la lectura, pero se considera que en tercero un niño o niña ya debe dominar la lectura. Una vez aprendido pasa a ser una herramienta más para realizar nuevos aprendizajes. En matemáticas pasa lo mismo. Las medidas, la geometría, las distancias… son aprendizajes que pueden estar en cualquier disciplina. Por ejemplo, podemos pedir a los alumnos que averigüen cuántos años hace de un proceso histórico.

Estos serían los aspectos clave, ¿qué señales de alarma nos indican que estos procesos no se hacen correctamente?
Depende, hay diversos tipos de señales. Por ejemplo, uno muy habitual es que los maestros digan que el niño es muy disruptivo en el aula, que no presta atención y que constantemente interrumpe el desarrollo normal del aula. Esto puede ser un síntoma de posible TDAH, que se confirma cuando la criatura tiene este comportamiento en todas partes, no solo en el aula. Son niños con un comportamiento difícil en casa, en el parque, etc. 
Otra señal que también está muy generalizada es que el alumno se esfuerza mucho, pero no consigue mejorar el rendimiento. Son niños que tienen muchas tareas sin acabar en el aula, o que a pesar de estar estudiando incluso con ayuda en casa, no logran mejorar su aprendizaje. Esto es muy habitual en niños que tienen dificultad con la comprensión lectora. 
Cuando cuesta mucho hacer sumas y restas, cuando no se entienden conceptos muy básicos, o cuando se aprenden las tablas de multiplicar un día y al día siguiente se olvidan. Muchos de estas situaciones nos indican que puede haber discalculia o dislexia, por ejemplo.

¿Los docentes están formados para diagnosticar dificultades del aprendizaje de este tipo?
No se trata tanto de que diagnostiquen sino de que los identifiquen y los gestionen. Yo creo que no están preparados y es que en los planes de magisterio no hay asignaturas específicas que trabajen sobre dificultades de este tipo. Otro gran indicador de que los docentes no se sienten capaces de hacer frente a este reto es la gran cantidad de ellos que acude a posgrados o formaciones especializadas posteriores específicas sobre trastornos del aprendizaje. Los docentes llegan con muy poca formación a las aulas y cuando se encuentran con el problema tienen serias dificultades para gestionarlo.  

¿Qué es lo más importante para gestionar de forma adecuada estos trastornos?
Sin duda, la detección precoz. Nosotros desde las clínicas podemos hacer diagnósticos, pero nos llegan cuando están en tercero o cuarto de primaria. Estos niños llevan años escolarizados con dificultades que les pueden generar situaciones de frustración. 

¿Cuándo se pueden detectar estos trastornos?
En nuestro país, como tenemos un currículum tan exigente, podríamos empezar a hacer estos diagnósticos en p5. A los niños y niñas, antes de empezar la primaria ya se les pide que lean frases cortas, con monosílabos y bisílabos. En este proceso ya se podrían detectar dificultades que permitiera gestionar de forma precoz un posible trastorno. Esto sería impensable en países como Finlandia donde la escolarización no empieza hasta los 7 años.

¿Qué implica no identificar a tiempo estas dificultades?
Implica varias cosas. Para empezar un coste económico, tanto para la familia como para el sistema porque tendrás que invertir recursos en un redireccionar a un alumno que ha estado avanzando mal en sus procesos de aprendizaje. Pero sobre todo implica recursos emocionales. Los niños en P5 no se dan cuenta que hacer algo les cuesta más que a sus compañeros. Sin embargo,  en segundo sí que se dan cuenta, y además pueden ser blanco de burlas de sus compañeros. Darte cuenta que dedicas mucho tiempo a algo y que no logras avanzar es muy frustrante. Esto tiene un coste emocional alto para la persona que lo sufre y además abocas a los niños al fracaso escolar.
Hay autores internacionales que han identificado que los adultos, que de pequeños tuvieron dificultades aprendizaje no resueltas, tienden más a estados anímicos depresivos. 

¿Qué implica para una persona el fracaso escolar?
A corto plazo implica que los niños y niñas lo pasen mal, que puedan ser objeto de bullying porque no saben hacer cosas que para el resto son muy fáciles. También, como mecanismo de defensa, cuando nos preguntan algo que no sabemos respondemos lo primero que nos pasa por la cabeza. Así suelen convertirse en los bufones de la clase. 
A largo plazo lo que vemos es que las personas acceden a un mercado laboral poco reconocido o con peores condiciones laborales: menos formación, menos sueldo, horarios complicados, etc. 
Tendrán menos posibilidades de tener éxitos socioeconómicos que estarán ligadas a estas dificultades del aprendizaje porque, en definitiva, tienen menos herramientas. 

Cuando se identifica uno de estos trastornos en una persona adulta, ¿está a tiempo de reconducir estas dificultades?
Si bien es cierto que el cerebro tiene plasticidad durante toda la vida, a medida que nos hacemos mayores pierde flexibilidad. La reconducción es difícil pero no imposible. También es verdad que la mayoría de recursos trabajados están pensados para niños pequeños. Sería necesario preparar un proceso de intervención personal para el adulto. 
De todas formas, los adultos tenemos la capacidad de relativizar y no estancarnos en algo que no nos funciona, solemos buscar alternativas a aquello que nos cuesta. Esta actitud en los niños no se da. 

Existen herramientas digitales tipo test para hacer diagnósticos. ¿Son fiables?
¡Sí! Son herramientas muy interesantes, no solo porque son tan fiables como las herramientas analógicas, sino porque son capaces de almacenar datos de todas las personas que las han realizado. Esto nos permite tener grandes bases de datos que nos dan información muy reveladora. Los criterios que nosotros tenemos definidos se van perfeccionando a medida que vamos ampliando estas bases de datos y nos permiten ver qué factores están directamente relacionados y cuáles no. Podremos afinar mucho más con los criterios, y sabremos qué datos nos aportan información sobre el trastorno o la dificultad y cuáles no nos dicen nada relevante. 

Son herramientas útiles para los docentes entonces. 
Sin duda. Lo que nos interesa es que los docentes tengan herramientas que sean fáciles, en las que no tengan que aportar un conocimiento extra sobre cómo se pasa, cómo se corrige, etc. La herramienta digital lo hace todo, en este sentido. 

Neurekalab, el spin-off que impulsa con la Universidad de Barcelona y la Universidad de Vic, va en esta línea. 
Sí, es un proyecto participado por las dos universidades y lo que buscamos es dar salida a las investigaciones que se hacen desde la academia. El objetivo es desarrollar y comercializar herramientas digitales para mejorar el aprendizaje y evitar el fracaso escolar. 

Una vez el docente tiene identificado el problema ¿Qué respuesta pedagógica se da?
Actualmente, existen una leyes específicas sobre las dificultades en el aprendizaje pero son muy genéricas. Lo que dicen es que los docentes deben trabajar de forma adaptada a las necesidades. Esto se transforma en una evaluación de las escuelas y de entes especializados para hacer el diagnóstico y, entonces, se hacen planes individualizados. Normalmente son planes en los que se rebajan las exigencias hacia este niño o niña.
Estos alumnos avanzan, pero con un nivel menor. 

Esto no sería lo deseable, ¿no?
No, en absoluto. Lo deseable es que avancen en las mismas competencias, pero a distintas velocidades si hace falta. La alternativa a lo que se hace ahora son los planes metodológicos. Se trata de enseñar lo mismo pero de otra forma, haciendo que la dificultad manifiesta se reduzca. Si por ejemplo a un alumno le cuestan las tablas de multiplicar, que pueda utilizar la calculadora. Se le da un soporte extra, pero se le pide lo mismo que al resto. El problema, como siempre, son los recursos económicos que se dedican a resolver estos trastornos.

¿Y cómo se puede resolver esto?
Lo que se debería hacer es crear materiales y estrategias que fueran adaptables a cada niño o niña. Deberíamos poder incorporar en el aula, metodologías o formas de trabajo que permitan avanzar juntos. Los docentes, a menudo, señalan la dificultad de estar con 25 niños en el aula y uno o dos con alguna dificultad de aprendizaje. Si tuvieran un plan de intervención que pudiera aplicar año tras año, esto se solucionaría. Esto sí que se hace en otros países y se engloba dentro del término RTI, Respuesta a la Intervención.  Se trata de detectar de forma precoz la dificultad y empezar a intervenir. 

¿Sin diagnóstico previo?
El diagnóstico sólo debería ser necesario cuando, después de que la escuela haya hecho todo lo posible, el alumno no logre mejorar, pero no al revés. No podemos esperar que para actuar en un caso de dislexia haya que esperar a tener un diagnóstico porque esto retrasará todo el proceso uno o dos años.

Los docentes también necesitan formación para poder llevar a cabo estas intervenciones, ¿no?
Sí, por supuesto. Existe la fundación Ricardo Fisas que impulsa Project Difference y que lleva unos cuantos años trabajando en esta línea de acompañamiento a los docentes. Es muy importante hacerlo para que el método sea efectivo. Hay iniciativas en esta clave, pero la administración no se ha volcado aún en ello. Es difícil universalizarlo. Las universidades deberían formar en trastornos del aprendizaje y en propuestas alternativas para gestionarlas. 


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