La polimatía en la educación: diversificando conocimientos

  • Por Ingrid Mosquera Gende
  • Opinión

Ingrid Mosquera Gende

Profesora adjunta en la Universidad Internacional de La Rioja. Dpto. Inglés. Facultad de Educación. Doctora en filología inglesa. DEA en Psicología de la Educación. Postgrados en Alteraciones de la Audición y el Lenguaje y en Estrategias de Aprendizaje. Máster en Docencia Universitaria.

Estamos viendo cómo las nuevas tendencias educativas dan lugar a modos diferentes de enseñar y, sobre todo, de aprender. En este sentido, los adultos del mañana tendrán que estar preparados para trabajos y profesiones que aún no existen, una idea que se está convirtiendo ya en un mantra de tanto repetirla: los estudiantes deben estar preparados para navegar por un océano con vagas fronteras entre áreas.

La polimatia en la educación: una niña con símbolos de diferentes saberes para simbolizar la multidisciplinariedad

Así, se habla de la necesidad de que nuestros jóvenes tengan una preparación multidisciplinar, sobre todo en relación a competencias, destacando las soft skills sobre las hard skills. Las últimas, en muchos casos, pueden ser adquiridas y desarrolladas en las propias empresas, mientras que las primeras, las blandas, referidas a habilidades personales y emocionales, se deben ir trabajando desde pequeños, incluyendo la curiosidad y creatividad como piezas clave.

En todo este universo incierto, la idea de la polimatía cobra especial relevancia. El término ya era empleado en la antigua Grecia, con destacados referentes en el Renacimiento, como Miguel Ángel o Leonardo Da Vinci. En la actualidad, se pueden incluir nombres como Steve Jobs o Natalie Portman. La persona polímata destaca por su conocimiento o dominio en varias áreas diferenciadas, no llegando a la profundización de un especialista pero teniendo la suficiente preparación como para poder construir puentes entre materias, pudiendo proponer grandes ideas innovadoras y creativas surgidas de la combinación de distintas ramas.

En Educación se tiende a la especialización, parece que en la vida haremos una carrera, tendremos un trabajo y todo encaminado hacia un solo punto convergente. Pero, quizás hoy más que nunca, el saber no ocupa lugar, en el sentido de que los conocimientos están ahí, a un click, y no tenemos por qué limitar nuestra curiosidad y nuestra pasión por aprender. Desde luego lo tenemos más fácil que en épocas pasadas.

Tener muchos intereses, tender hacia una divergencia, no tienen por qué ser características negativas. Personalmente he sentido esa presión, a pesar de mi Doctorado en Filología Inglesa, siempre me he formado en cuestiones de Educación, Didáctica, Nuevas Tecnologías o Educación Especial, incluso en Prevención de Riesgos Laborales, como Auxiliar de Clínica Veterinaria o como Entrenadora Personal, recibiendo críticas por ello, por mi dispersión. En el entorno profesional, ser docente no me ha impedido, como le pasa a casi todo el mundo hoy en día, tener otros trabajos. Y todo eso conforma la persona que soy hoy en día. Porque de todo se aprende y todo nos ayuda a construir nuestra personalidad, a poder ver las cosas desde otros puntos de vista, enriqueciéndonos como seres humanos.

Por eso, mientras algunos critican la polimatía, destacando su carácter superficial, en el extremo contrario están los que indican que la especialización puede suponer no ser capaz de ver todo el bosque, sino tan solo un árbol, con una visión del mundo limitada, en la que solo cabe la línea recta.

La polimatía aumenta la creatividad, la polivalencia del individuo, así como su flexibilidad mental y psicológica. Y aunque algunas personas puedan ser más proclives a ser polímatas, también se puede trabajar en ello desde la educación, con metodologías activas, como el aprendizaje por proyectos u otro tipo de propuestas que suponen la interrelación de asignaturas. El polímata es una persona crítica con la realidad que busca soluciones transversales.

Hoy en día se está destacando la importancia de la Filosofía, de las Humanidades y del Arte, precisamente como socios indispensables de las tecnologías: no podemos cultivar solo una flor y olvidarnos del resto del jardín. Intentemos valorar la posibilidad de una educación sin compartimentos estancos, que promueva la creatividad y la multiplicidad de soluciones como algo positivo, sin una sola respuesta al problema del examen, sin una sola interpretación de la pregunta.

Si queremos alumnos innovadores y abiertos al futuro, receptivos, reflexivos, imaginativos y respetuosos, tendremos que ser innovadores nosotros, en las actividades, en las asignaturas, en los recursos, en la metodología y en la evaluación. Además, debemos recuperar la idea de la cultura general como aspecto básico a desarrollar, llevándola un paso más allá.

Aunque las ideas de muchos docentes ya están ahí desde hace tiempo, con sus propuestas y experiencias pero, ¿promueve nuestro sistema educativo estas iniciativas? Como de costumbre, en materia de educación, los profesores, en sus aulas, siempre van por delante.

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