¿Qué aporta el juego al desarrollo de las personas?
¡Muchísimas cosas! Deberíamos poner sobre la mesa muchos aspectos para hacer una valoración rigurosa: aspectos cognitivos, emocionales y sociales.
Desarrollamos la cognición a través de las relaciones, aprendemos los unos de los otros. Por eso el juego en grupo es tan importante. El juego es un espacio donde todos nos dotamos de una reglas, perseguimos una meta, y además tiene una carga emocional muy fuerte porque hay un reto.
¿Aprendemos más cuando lo hacemos jugando?
Más y mejor, creo. Hay muchos estudios de neurociencia que así lo indican. Yo suelo hablar de los componentes que tiene el juego y de cómo podemos desarrollar el cerebro a partir de estos componentes. La novedad y la curiosidad son clave. Cuando algo es muy nuevo para nosotros activamos mucho los procesos de atención y aprendizaje. Kia Nobre, por ejemplo, habla mucho acerca de esto, de cómo el tiempo se para cuando algo nos interesa mucho. Nuestro sistema límbico se activa cuando hay una novedad.
¿Qué más sabemos?
También sabemos que cuando algo nos emociona mucho lo aprendemos. El juego tiene también el factor del feedback inmediato, de la recompensa. Cuando estamos emocionados con lo que hacemos los neuroconductores como la dopamina se disparan. ¿Sabes qué tienen en común la realidad y la imaginación?
¿Qué tienen en común?
La realidad y la imaginación tienen algo en común muy potente y es que son estados de conciencia. Para aprender tenemos que tener un proceso activo de conciencia. Nosotros aprendemos por experiencias. Cuando un niño juega a un juego de mesa como por ejemplo “Sí, señor oscuro”, se meten dentro de la narrativa. Esto ocurre tanto en niños como en adolescentes. Uno puede aprender tanto de la realidad como de la imaginación.
¿Por qué son tan importantes las experiencias?
El cerebro lo conforman las experiencias no los conocimientos que adquirimos en la escuela de manera tradicional. En la escuela damos mucho conocimiento de cosas que para los niños no tienen significado. Cuando a un niño pequeño le hablas de adverbios y adjetivos no lo puede relacionar con nada. En cambio, cuando uno aprende con cosas que tienen que ver con su experiencia lo interioriza porque lo entiende.
Hablamos de la experiencia de juego.
El juego es una experiencia, sí. Si tu estas jugando a un juego en el que tienes un personaje, o que tienes que hacer algo, tienes una vivencia. La realidad tiene límites, pero la imaginación no, y esto es lo potente del juego, que cuando tienes una vivencia en juego puedes traspasar los límites que la realidad te impone. Cuando estás en la realidad tú no puedes volar, pero en un juego puedes decir cosas absurdas y esto es lo potente porque estás desarrollando los dos hemisferios, el racional y el intuitivo o creativo.
¿Qué condiciona el juego?
En el aula, claramente el profesor.
¿Y cómo debe ser este profesor para que el juego sea una experiencia de aprendizaje?
Yo a los profesores les digo muchas veces una frase de Leslie Harth: “Enseñar, sin saber cómo funciona el cerebro es como intentar diseñar un guante sin haber visto nunca una mano”. Tú no puedes enseñar sin saber cómo funciona el aprendizaje. A veces nos encontramos que estamos enseñando competencias que ni siquiera nosotros mismos dominamos. En la prosodia del lenguaje está toda la carga del significado. Cuando estamos en el aula jugando, el profesor tiene que saber ver más allá.
¿Qué aptitudes tiene que tener el docente entonces?
Lo primero es que tenga un vínculo emocional con los niños. Solo aprendemos desde la emoción y desde la afectividad. Un niño no puede ver a un docente como una persona que está muy por encima de él. Tiene que existir un respeto, por supuesto, pero el aprendizaje es un viaje común, un acompañamiento. El profesor tiene que comprender a los niños, sentir lo que ellos sienten. Si un profesor no es capaz de leer la motivación en la cara de sus alumnos no conseguirá enseñarles nada.
Pero no a todos los niños les motiva lo mismo, ¿verdad?
En absoluto, Una clase tiene mucha diversidad. Dar clase para los que van bien no es adaptarse a la realidad. Un profesor tiene que tener empatía, nada más. Bueno sí: quitarse el miedo.
En este caso el docente también tiene retos y recompensas
Cuando el profesor se pone a hacer un juego de rol relacionado con el currículum, sí que tiene mucho más trabajo, pero también tiene mucha más ilusión. Están activando su cerebro. Cuando el docente se pone en modo juego, conoce mucho más a los niños, los entiende y una vez existe este vínculo afectivo todo va rodado.
No hace falta nada más que un papel y un lápiz y con eso estoy segura que pueden preparar un juego relacionado con el currículum.
En las universidades ya se introduce materia sobre gamificación, por ejemplo.
Lo que no ¿puede ser es que en la universidad se explique el trabajo por proyectos, o la gamificación, pero no se haga desde la experiencia. Porque luego cuando los docentes llegan al aula no tienen herramientas para aplicarlo. Tienen mucha teoría, pero no experiencia, y aquí afloran los miedos y las inseguridades.
¿Qué le hace falta al profesor?
Estar en contacto con otros profesores, estar en red les da seguridad. Un profesor aislado en un colegio es muy difícil que pueda hacer cosas nuevas. Siempre funciona mejor si es un proyecto de escuela. Un grupo de docentes nos decía que había sido muy interesante el proceso de eliminar la jerarquía entre docente y alumno porque, entonces, los conoces desde otra perspectiva mucho más humana.
¿ Y al grupo de clase? ¿Es importante que haya cohesión?
Por supuesto! Eliminando la jerarquía también favoreces que haya un vínculo entre los compañeros. En una clase donde los alumnos no se hablan entre ellos no se puede hacer nada. Hay que trabajar la relación entre todos porque de esta forma todos vamos a disfrutar. Es muy importante para un niño que el ambiente sea amable y que no haya estrés, porque donde hay estrés, no hay aprendizaje. El estrés viene del miedo y nos lleva a la ansiedad.
¿Qué importancia tienen las normas en el juego?
Lo interesante de las normas es que todos las hemos aceptado, incluso las hemos consensuado. Así que partimos todos de la misma condición. No importa la edad, tu necesidad educativa, tu cultura, etc., dentro del juego todos jugamos por igual, y todos valemos lo mismo: no hay etiquetas. En los cursos de profesores hacemos una actividad en la que les explicamos dos normas y después les explicamos lo que tienen que hacer y en todas las sesiones siempre se equivocan. ¿Por qué? Pues porque cada persona tiene un estilo de aprendizaje distinto. Alguno entienden el significado pero en la práctica les cuesta más.
Las normas a veces también se tienen que romper.
Esto es muy interesante. Porque hay veces que sí, que todos decidimos y acordamos que nos saltemos una norma. Este ejercicio es precioso y super interesante para trabajar con los niños y niñas. Y muy especialmente para trabajar, por ejemplo, con niños con Asperger, porque son muy estrictos con las normas y así pueden trabajar la flexibilidad. La flexibilidad cognitiva es algo que tiene mucho que ver con las emociones.
¿Cuando dejamos de jugar?
Las personas jugamos a lo largo de nuestra vida. Nos gustan los retos, y los juegos son retos. Lo que pasa es que la gente no tiene cultura de juego, pero en Alemania que es la cuna del juego moderno te das cuenta que hay gente muy mayor que juega mucho a juegos de mesa. Con toda mi experiencia me he encontrado con gente que me ha dicho “a mí no me gusta jugar”. Y cuando les pones el reto delante y los ves emocionados dándolo todo, les recuerdas que a ellos “no les gustaba jugar”. No somos conscientes de que jugamos, y lo hacemos constantemente y, ¡además nos gusta!
¿Como se puede evaluar cuando utilizas el juego como un recurso de aprendizaje?
¿Evaluar qué? ¿Unos conocimientos rígidos que no te están diciendo nada de la persona? Yo suelo preguntar a los docentes en las formaciones que me digan en qué parte de la ley nos obligan a hacer exámenes. No lo dice en ningún sitio. Ahora mismo hay una confusión muy grande con lo que tenemos que evaluar. En el juego puedes evaluar competencias, puedes ver perfectamente cómo mejoran competencias, como el aprendizaje evoluciona y enriquece a la persona. Tu puedes evaluar cómo han mejorado en cálculo, o en lenguaje, hasta en respeto, pero, ¡cuidado!, nadie te pide que evalúes el respeto. Yo creo que el problema no es cómo evaluamos sino qué evaluamos.
Si te ha gustado esta entrevista, no te pierdas la de Imma Marín: “El juego es emoción, y si emoción no hay aprendizaje”.