¿Twittear es filosofar?

  • Por Eduardo Infante Perulero
  • Opinión

Eduardo Infante Perulero

Profesor de filosofía en el Centro Enseñanza Secundaria La Salle-Gijón. Responsable de los programas de innovación.

El filósofo norteamericano M. Sandel nos contaba, al recibir el premio Princesa de Asturias de ciencias sociales, la historia de Reginaldo. Este joven nació en una favela de Río de Janeiro y sobrevivía recogiendo objetos de valor de los contenedores de basura en los barrios ricos de la ciudad. Una vez, encontró un libro roto y, aunque era analfabeto, se esforzaba por entenderlo. El dueño de la casa lo vio y le preguntó qué estaba haciendo. Aquel libro contenía parte del diálogo de Platón sobre el juicio de Sócrates. El dueño de la casa, un profesor jubilado de filosofía, enseñó a Reginaldo a leer y a practicar la filosofía. Éste, se enamoró enseguida de la figura de Sócrates y hoy lidera los debates en la favela.

Twittear es filosofar

Yo me enamoré de la filosofía con ese mismo texto. Sócrates ha sido siempre mi referente, como filósofo y como maestro. La filosofía nació en los foros de las ciudades griegas, no en las aulas. Sócrates nos enseñó que ejercer la filosofía es debatir en la plaza pública acerca de lo justo y lo injusto. Como nos recuerda Sandel: “la filosofía no solo pertenece al aula, sino también a la plaza pública, donde los ciudadanos deliberan sobre el bien común”. ¿No son hoy las RRSS los nuevas plazas públicas? ¿No  debaten hoy los ciudadanos en estas ágoras virtuales? Esta es la razón por la que me aventuré hace dos años a usar Twitter para practicar la filosofía con el hashtag #FiloReto.

El primer #FiloReto surgió de una discusión con mi compañero de física. Estábamos en pleno recreo y los dos observábamos a nuestros alumnos desde la sala de profesores. No hablaban entre ellos y solo tecleaban en sus móviles. Mi compañero los definió como una “generación autista”, pero tanto entonces como ahora creo que se equivocaba. Nuestros alumnos sí que estaban comunicándose, y seguramente debatiendo sobre temas que les apasionan, pero lo hacían a través de una pantalla.

¿Y si en vez de sacarlos de la pantalla y meterlos en el aula de filosofía, metemos el aula de filosofía en la pantalla? ¿Por qué sacarlos de la vida y encerrarlos en un aula que cada vez se parece más a la caverna descrita por Platón? ¿Por qué no volver a sacar la filosofía a la calle? Desde ese día uso el método socrático en Twitter: enfrento a mis alumnos a preguntas inquietantes, les cuestiono, someto sus creencia y prejuicios a crítica, conecto sus miedos, problemas e inquietudes con las grandes tradiciones filosóficas, les abro una ventana desde donde asomarse, les conecto con el mundo de la cultura en general y del pensamiento en particular. Debatimos y dialogamos de todo y con todos.

Twitter se ha convertido en una buena herramienta educativa. Algunas de las ventajas que he observado son:

  • Potenciar la capacidad de síntesis: los 280 caracteres obligan a mis alumnos a sintetizar la información que tienen que expresar. Expresar tu opinión de manera razonada en 280 caracteres es un ejercicio difícil.
  • Mejorar el diálogo: desde que uso esta red social la calidad del diálogo en el aula ha mejorado notablemente. Una de mis alumnas me reconocía: “ahora tenemos que pensar mucho lo que queremos decir y además no tenemos más remedio que escucharnos”.
  • Traer colaboradores al aula: esta plataforma también me permite invitar al aula a colaboradores de excepción. Por ejemplo, cuando en primero de bachillerato tenía que abrir el curso explicando los problemas filosóficos, se me ocurrió retar a mis alumnos a contactar con los pensadores y las pensadoras más influyentes de la actualidad y preguntarles acerca del problema filosófico que más les apasionaba. Dentro de poco comenzaremos a trabajar temas de cosmología y hemos contactado con un ingeniero español que trabaja en el CERN y que nos va hacer una visita virtual desde su móvil.

Otra de las estrategia que incorporé al proyecto fue la gamificación: introduje las mecánicas propias de los videojuegos en mi aula. Generé algo parecido a los programas de fidelización que tienen las grandes compañías, y para conectarlo con mi materia me inspiré en la utopía que Platón describió en La República. Mis alumnos van sumando puntos conforme superan una serie de pruebas, cada una de estas les da una puntuación dependiendo de su dificultad. Acumulando estos puntos van subiendo de nivel y en cada nivel ganan beneficios y habilidades que podrán canjear en clase durante este curso.

La fuerza motivadora que tiene esta metodología es increíble hasta tal punto, que uno de mis alumnos me decía hace poco que ya no lo despierta la alarma del móvil, sino el #FiloReto que lanzo cada día a primera hora de la mañana. Otra me confesaba: “me tienes haciendo filosofía mientras me plancho el pelo”. Despertar pasión por tu materia es de las experiencias más gratificantes para un profesor.

El mundo digital ha dejado de ser un mundo virtual enfrentado al mundo real. Como afirma el filósofo surcoreano Byung-Chul Han “El medio digital cambia decisivamente nuestra conducta, nuestra percepción, nuestra sensación, nuestro pensamiento, nuestra convivencia”. No querer educar en él es optar por educar encerrados en una caverna.


¹Byung-Chul Han. En el enjambre. Herder.2014. Pág. 6

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