“Dormía y soñaba que la vida era alegría,
desperté y vi que la vida era servicio,
serví y vi que el servicio era alegría”
Rabindranath Tagore.
Pues en nuestro colegio pensamos que sí. Hace un tiempo que nos dimos cuenta de que aprender es algo bastante más amplio que adquirir conocimientos. Porque en el aprender está también el crecer como personas, y hacerlo con otros, y para otros. Hemos llamado al proyecto “Escuelas con alma: tu corazón abre caminos”.
Me explico. Un día, navegando por la web, y por pura “serendipia” (una especie de “chiripa” provocada), conocimos la pedagogía del Aprendizaje Servicio de Roser Batllé y del grupo Zerbikas en la que invitan a escuelas y a profesores a ayudar a integrar el aprendizaje de contenidos y el servicio a la comunidad (en el propio centro, en el barrio, en la sociedad en general). Se trata de ayudar a la sociedad, y a nuestros alumnos, a ser mejores.
Es el nuestro un proyecto que está comenzando, y porque creemos en otra escuela posible, enriquecida con las experiencias, nos hemos lanzado y soñamos muchas cosas: acercarnos a vivir la “experiencia del otro”, queremos alumnos felices, que encuentren un sentido en su vida de forma comprometida y significativa. Queremos fomentar desde la infancia hábitos eficaces como la compasión, el respeto y la indignación con la injusticia. Queremos transformar (al menos un poco) la escuela y la sociedad, de forma que los alumnos aprendan también a habitar el mundo. Queremos educar la mirada y la acción, queremos niños/as y jóvenes que sean ciudadanos capaces de provocar cambios en su entorno y en sí mismos, que aprendan a ser competentes sirviendo a los demás. Alimentar la ética del cuidado. Queremos caer en la cuenta de lo aprendido, saborearlo y celebrarlo.
El AySS o APS (Aprendizaje y Servicio Solidario) tiene toda una metodología detrás que supone muchas cosas, según Zerbikas en su Guía de bolsillo de Aprendizaje y Servicio Solidario:
- Un proyecto educativo con utilidad social: el AySS ha de detectar necesidades reales de la comunidad y actuar sobre ellas.
- Un método para la educación formal y no formal, para todas las edades y que ha de contar con un tiempo y espacio precisos.
- Un servicio para aprender y colaborar en el marco de reciprocidad.
- Un proceso de adquisición de conocimientos y competencias para la vida.
- Un método de pedagogía activa y reflexiva.
- Un trabajo en red que coordine las instituciones educativas y las entidades sociales que intervienen sobre la realidad.
- Un impacto formativo y transformador.
Y detrás de todo esto, casi sin darnos cuenta, están algunas metodologías educativas: aprendizaje por proyectos, aprendizaje interdisciplinar, resolución de problemas, trabajo cooperativo, fomento de las inteligencias múltiples…
Como dice mi amigo Roberto Borda, de la Asociación Apoyo (Madrid): “Toda persona debe llegar a ser aquello que late en su corazón”. Dar y recibir, comprender y crear, hacer y agradecer.
Pueden ser varios los ámbitos de actuación: el equipo docente, los alumnos, las familias, la gente del barrio, los comercios pequeñas empresas de la zona, la administración ciudadana, asociaciones y parroquias, la gente que puede acompañar desde la distancia con sus conocimientos-experiencias o desde las redes sociales…
Y, en otro orden de cosas, también pueden ser variadas las temáticas de actuación: medioambiente, promoción de la salud, intercambio generacional, atención directa a personas, ayuda entre iguales, participación ciudadana, acompañamiento escolar, proyectos de solidaridad y cooperación, patrimonio cultural…
Queremos atender mejor a la diversidad, acoger mejor a los recién llegados a la escuela, fomentar el éxito escolar de esos alumnos/as que están a punto de desconectar de lo educativo, queremos fomentar las relaciones de los alumnos inter-etapas, traer a las familias a la escuela. Queremos…
Todo esto es nuestro sueño. ¿Hasta dónde llegaremos? Estamos sembrando.
Continuará…
Muy interesante,lo comparto desde mi forma de entender las clases que doy particulares de música.Saludos.
Una escuela sin alma es como un botijo sin agua, correcto desde el punto de vista formal y completamente inútil.