El acoso escolar no es un fenómeno nuevo. ¿Lo podemos contextualizar?
En la década de los 80, Owens empieza a hablar del concepto de acoso escolar en un proceso de investigación que lleva a cabo en Noruega sobre las causas del suicidio en la infancia y la adolescencia. Hay que hacer mención en que entendemos acoso escolar, no como un fenómeno de agresión sino como un sentimiento de no pertenencia al grupo, de exclusión. 

¿Es muy importante en esta edad sentirse integrado?
Si tuviéramos que definir una sola variable de bienestar entre los preadolescentes o los adolescentes, sin duda sería la pertenencia al grupo. Lo que hace el acoso escolar precisamente es excluirlo, por eso sus consecuencias son tan graves.

Se habla mucho de acoso escolar, es un tema que preocupa a la sociedad. ¿Los centros educativos lo abordan de forma adecuada y a tiempo?
Creo que a nivel general no es un tema que preocupe demasiado a los centros. Hay más alarma social que recursos o interés por hacer frente al problema. Cuando salen estadísticas siempre nos preguntan cómo valoramos el aumento del fenómeno pero yo creo que en realidad, hay menos acoso, lo que hay son más denuncias. Hay un proceso de concienciación a nivel mediático, social y familiar muy elevado.

¿Y los centros no actúan?
En los centros se hacen cosas, y en algunos, cosas muy interesantes, pero no creo que exista una intervención global sobre el concepto de acoso escolar. No hay una intervención adecuada en la mayor parte de los casos. Hay una falta de formación muy remarcable y creo que debería ser obligatoria la formación en este campo porque no toda la violencia es acoso escolar, ni todo el acoso escolar es violento. Hay una serie de parámetros que hay que tener en cuenta. 

Vayamos a la raíz entonces. ¿Cómo definimos acoso escolar?
De forma muy sintética podríamos decir que el acoso es aquella intervención o conducta de un alumno que hace daño a otro, que están hechas con intención de hacer daño, quien lo ejerce es consciente. Y quien recibe esta conducta sufre, se siente humillado, vive procesos de indefensión y esto le supone desarrollar una dependencia emocional de lo que sucede. Es acoso cuando esta conducta se hace de forma sistemática y repetitiva. 

¿Cómo podemos detectar que un niño está sufriendo acoso escolar?
Lo más importante es que consigamos que la persona que está sufriendo una situación así, sea capaz de contarla. Uno de los aspectos más importantes en el acoso escolar es que la víctima se siente culpable de estar recibiendo ese trato, se siente avergonzado y por eso lo esconde. Un 20% de los niños que sufren acoso no se lo cuentan a nadie. Lo primero que tenemos que trabajar los profesionales, tanto desde la perspectiva clínica como la educativa es que la víctima no es la culpable de sufrir lo que sufre. 

¿Y cómo debe afrontar un docente una situación así?
Los profesores deben tener criterios suficientes para saber cuando están delante de una situación de acoso y cuando en un conflicto aislado. No quiero decir que no haya que atender el conflicto pero la intervención no será igual. Los docentes deben tener criterios para ver qué es acoso escolar y que no. De todas formas, cuando un alumno se queja, es mejor que nos tomen el pelo tres veces a que no atendamos una situación real de acoso. 
El concepto de sufrimiento y de dolor es subjetivo. 

¿A qué se refiere?
Cuando un alumno se acerca y nos comenta una situación desagradable que acaba de vivir, no podemos hacer juicios de valor sobre su nivel de sufrimiento y decirle “no es para tanto” o “ no le des importancia”. Es posible que no sea una situación de acoso, pero el docente tiene la obligación de averiguar qué ha pasado, lo que no podemos hacer es descartarla sin investigar.

¿Esto suele pasar en los centros?
Excesivas veces. Aquello de “eres un quejica”, “esto no es importante”, “ es que solo ha sido una colleja”, etc. Una persona que sufre sobrepeso si le dicen bola de sebo, gorda o vaca le están infligiendo un dolor imposible de medir por alguien que no empatiza. 

¿Qué les lleva a crear el programa TEI?
Yo soy psicólogo clínico y he trabajado tanto con víctimas como con agresores. También he dado clase durante muchísimos años. Nos dimos cuenta que el nivel de sufrimiento de las víctimas es inimaginable, y que para las familias es muy difícil de entender lo que sucede. Si el centro no interviene es muy difícil hacer un proceso de intervención. El entorno educativo es un espacio clave para trabajar la prevención: a los alumnos solo les tienes que dar la responsabilidad de hacer, para que actúen. Las familias y los docentes podemos llegar a ser conscientes de un 10 o un 15% de los casos de acoso, en cambio, los alumnos, presencian un 90% de los casos. 

¿Por qué esto?
Los agresores y las agresoras necesitan público. Necesitan que alguien refuerce sus comportamientos, y generalmente son sus compañeros, mediante risas o la pasividad. Los grandes protagonistas de la prevención deben ser los alumnos. 

¿Y cómo se trabaja esto en el aula?
Generalmente se abordan estos temas trabajando el propio acoso o la violencia en sí misma, pero nosotros abogamos por trabajar la propia convivencia sana, relaciones saludables, donde lo más importante es que sean conscientes de que hay conductas que hacen daño. 

¿Los agresores suelen tener un perfil?
Sí, pero no suele ser determinante. Se considera que las personas que tienen más competencias sociales no suelen padecer acoso escolar, pero esto no es cierto. Para que se produzca acoso escolar tiene que existir una diferencia de poder y jerarquía entre agresor y víctima. Hay perfiles que sí podemos considerar más vulnerables: las que tienen diferencias físicas, o psicológicas o un desarrollo competencial distinto. 

¿Por qué es tan importante la tutorización entre iguales?
Cuando tenemos un problema solemos contárselo a una persona con quien tenemos vínculos emocionales. Además, suele ser alguien con quien nos separa una franja de edad muy corta, por un tema de lenguaje, de vivencias, de proximidad, etc. Podemos identificar que la franja de edad es de hasta 2 años mayor que nosotros. Es más fácil que una persona que ha pasado por procesos similares a los nuestros nos pueda dar recursos para afrontar la situación. 

¿Qué papel juega la inteligencia emocional en la prevención y la gestión de conflictos?
Las competencias emocionales y sociales son determinantes, pero no en el caso del acoso, solamente, es como proyecto vital. Creo que tendríamos tres grandes vertientes: la inteligencia cognitiva, la inteligencia emocional y la inteligencia social. Para mi las tres son determinantes, en el mismo porcentaje. El saber, el saber ser, y el saber estar son muy importantes.

¿Es importante trabajar estas competencias a alguna edad determinada?
El programa TEI se empieza a desarrollar a los 3 años. Hace pocos meses hemos empezado un proyecto con niños de 1 año, pero de forma sistemática desde los tres. Con la implementación del programa TEI no se trabaja la prevención de la violencia o del acoso escolar, lo que trabajamos es la generación de conductas saludables. 

¿Y esto cómo se hace a tan corta edad?
Cuando un alumno se habitúa a tener actitudes saludables considera que es la norma. Cuando un niño pequeño da una patada a otro porque quiere encabezar la fila, no está ejerciendo acoso, sencillamente es una forma de comunicarse. Pero no es consciente del daño que está infringiendo y por ello el adulto debe intervenir para hacérselo saber. Los adultos de referencia siempre son, en primer lugar los padres y madres y en un segundo nivel, los docentes.

Sí, pero los niños y niñas también están rodeados de estímulos negativos, en la televisión, en la publicidad, los videojuegos, etc.
Totalmente de acuerdo, pero esto no puede suponer una excusa. Cuando estamos con un centro educativo, nosotros tenemos que hacer nuestra tarea en prevención, independientemente del contexto doméstico, social o de los medios de comunicación. Nosotros tenemos la responsabilidad de hacerlo. Evidentemente es una dificultad que tengan estímulos de carácter violento, pero esto no puede suponer una excusa ni justificar nuestra no intervención en los niveles de prevención. 

¿Entonces, cuál es la clave de la prevención?
Tenemos que llegar a la cultura de que cuando alguien en clase llame gordo a otro, el resto de compañeros se giren, no hacia la víctima sino hacia el agresor y neutralicen esa actitud diciéndole que no es tolerable. En el fondo, solo con la mirada le están negando la actitud. 

¿Cómo consigue esto el docente?
En una situación en la que un docente presencia una colleja entre compañeros por la escalera, lo habitual es que al llegar a clase el profesor señale a la persona reprobando su actitud. Nosotros, lo que proponemos, es que no se pongan nombres, sino que se reprochen las actitudes y el reproche sea colectivo. Señalar víctimas y agresores no es una ventaja para nadie, al contrario. A la persona que ha sufrido la agresión no le ayuda que la señales y la victimices, lo que le ayuda es saber que lo que ha sufrido no es tolerable. Si hace falta reforzar la autoestima de esta persona, está bien hacerlo pero seguro que durante las clases hay muchos momentos para ello. 
El TEI trabaja sobre conductas, no sobre personas. Cuando hacemos una intervención sobre conductas actuamos sobre el grupo entero, si la intervención es sobre una persona el grupo no lo asume como propio.


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Acerca del autor

Tiching

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Comentarios(2)

  • Jaime Analuisa

    Me parece correcto todo lo dicho, ya que en mi caso he observado como existe tal acoso contra algún compañer@, pero nunca he sabido como actuar ya que el agresor piensa que esta siendo chistoso ante toda la clase, los cuales le ayudan con sus risas.
    Por lo que yo pienso que es correcto que se implemente este tipo de programas.

  • Orlando Alfredo Escalante

    Interesante trabajo. Ojalá los colegas de todos los niveles lo tengan en cuenta y se capaciten.

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