El tema de la lectura empieza a parecerme una especie de cubo de Rubik (que, por cierto, nunca he sabido hacer). Y cada día veo más necesario abordarlo de una forma más global, contemplando sus diferentes aristas, si queremos que las piezas encajen y nos ofrezcan el resultado deseado, ¿no os parece?
En un sentido general, todos somos lectores y practicamos la lectura continuamente. Desde que nos levantamos y miramos el móvil para ver la hora y las notificaciones que hemos recibido a lo largo de la noche, hasta que nos acostamos. Y, por supuesto, a lo largo del día si leemos algún post en las redes, un mensaje de Whatsapp… Somos lectores independientemente de que nos enfrentemos a un contenido de forma más o menos consciente.
Si bien, los mediadores sabemos que esa lectura utilitaria no es suficiente para formarse como lector competente; un lector que conoce y se mueve entre todo tipo de contenidos y formatos; un lector capaz de descifrar todo tipo de códigos, de comprender los mensajes que le transmiten, de enjuiciarlos y de ser crítico con ellos.
Para que esto se produzca hay que tener en cuenta mucho más que la decodificación de un lenguaje (textual, visual, sonoro…). También hay que practicar la lectura con diferentes objetivos: para localizar una información de interés, para disfrutar de un rato de evasión… Y, a mayores, hemos de enfrentarnos de forma progresiva a nuevos y más complejos retos lectores.
Los mediadores tenemos que tener muy presentes estos hechos en nuestro día a día para ofrecer a los lectores en formación contenidos que se adecuen a sus necesidades concretas en su recorrido como lectores, de tal forma que los ayuden a forjar un itinerario enriquecedor y provechoso.
Todo puede valer, siempre y cuando resulte variado en tipologías, formatos, niveles de lectura… y, sobre todo, haya sido seleccionado con esmero para servir a un fin preestablecido, que debe ser el de contribuir a la formación de lectores autónomos y críticos. Así de simple y, a la par, así de complejo. Hemos de poner el foco en el lector y en la calidad y el valor de lo que lee. Y, partiendo de esa base, en cómo buscar y escoger de forma eficaz en el conjunto de la oferta las mejores propuestas. Sin prejuicios.
Ahora el debate, la pugna, más bien, gira en torno al soporte papel versus el soporte digital. Y no debe ser así por muchas razones. Para empezar, porque el lector, en uno y otro caso, busca disfrutar de una historia, deleitarse con las palabras, las imágenes, los sonidos; persigue cierta información que necesita para elaborar trabajo, resolver un problema práctico, conocer, comprender, entender algo o entenderse a sí mismo.
En segundo término, porque la lectura en papel y la lectura digital forman parte de su vida y es nuestra responsabilidad como mediadores contribuir a la formación en su práctica. Y ayudarles a desarrollar las habilidades necesarias para desenvolverse con soltura en cualquier formato, y prepararles para saltar de uno a otro cuando la lectura lo precise.
¿Tiene sentido seguir planteando el futuro de la lectura de forma fragmentada o desde una pugna de soportes? ¿No es hora de mirar más allá y de analizar en mayor profundidad los cambios que se están produciendo en los modos y maneras de leer? La respuesta pasa por conocer los cambios, por establecer relaciones entre el presente y el pasado de cara a entender y estar mejor preparados para afrontar los nuevos caminos.
Además, más allá de la influencia de los hábitos, las modas y la cultura en nuestras preferencias, la clave sigue estando en lo que se está leyendo y el porqué se está leyendo. Estos dos aspectos son los que pueden ayudarnos a leer más y mejor. Y, partiendo de esta base, lo importante es preguntarnos qué estamos haciendo para trabajar y promover la lectura entre los niños y jóvenes y facilitar el acceso a ella de forma igualitaria.
Una vez hayamos dado respuesta a estas preguntas hemos de centrar la atención sobre la lectura en todas sus dimensiones y manifestaciones, atendiendo a todas sus funcionalidades, y contemplando todas sus formas, así como destacando, por encima de todo, la figura del lector.
Hola, me parece muy interesante el artículo y las iniciativas de nuevas formas de leer que menciona. Preguntar a quién lee, suele dar buenos resultados.
Quería añadir mi granito de arena a este tema: Ilión, la novela histórica juvenil sobre enigmas del pasado. Está pensada como lectura o para impartir las ciencias sociales de 1r ESO desde el placer de leer y la pasión por la Prehistoria y la Edad Antigua. Aquí les dejo el blog que acompaña mi propuesta: https://historiailion.wordpress.com/
Un saludo y nos seguimos leyendo
Cristina Górriz de la Cal
¡Que la historia de Ilión os acompañe!
Es interesante contarle a los jóvenes sobre una novela y ver en ellos el interés y cada vez su acercamiento y no les importa sentarse en el suelo para escuchar el relato de un libro de 300 o 500 páginas y contárselo en 30 o 40 minutos para luego preguntarle sobre la moraleja de la novela 5 y 10 jóvenes participan y el resto de jóvenes estoy convencidos que le gusto el cuento por su atención por sus miradas, les encanto, creo que voy a continuar a seguir leyendo para fomentar la lectura y que sientan provechoso que es leer un libro.