Si tuviera que hacer una evaluación de los aspectos en los que ha mejorado la educación en materia de inclusión en los últimos 10 años, ¿Qué nota le pondría?¿En qué punto nos encontramos?
En lo que se refiere a la inclusión del alumnado con síndrome de Down lo cierto es que la presencia de alumnos y alumnas con trisomía 21 en nuestras escuelas es, afortunadamente, una realidad incontestable en nuestro país. Si tuviera que destacar algún aspecto recalcaría que en la actualidad se les admite en los centros ordinarios con naturalidad. Si la inclusión educativa se fundamenta en un triángulo indivisible, con sus tres vértices Presencia, Participación y Aprendizaje o éxito educativo, podríamos decir que el vértice de la Presencia ya se ha alcanzado, al menos en Educación Primaria. También está muy avanzada la Participación, pues cada vez se les hace más protagonistas de su aprendizaje en esta etapa. Sin embargo, sobre el logro del Éxito educativo tenemos aún mucho que mejorar. 

¿Puede poner algún ejemplo?
Por un lado, la presencia de especialistas ha alimentado un enfoque que podríamos resumir en la frase “los niños especiales son para profesores especiales”. Eso permite que el profesor de aula se sienta “liberado” de la responsabilidad de atender a ese alumnado, argumentando que “él no está preparado”.  Por otro lado, su presencia habitual en las aulas ha llevado, desde mi punto de vista, a cierta dejadez, a caer en rutinas pedagógicas, establecidas hace tiempo, con escaso interés por la innovación. Se cae en la idea de “para mí es como cualquier otro y le trato como a los demás”, cuando lo cierto es que siguen necesitando de medidas específicas. 

Si tuviera que poner una nota, ¿cuál sería?
Le pondría un Suficiente alto o un Bien a la Educación Primaria y un Suspenso claro a la Educación Secundaria Obligatoria. En esta etapa, ni siquiera la presencia del alumnado con síndrome de Down se ha alcanzado de forma generalizada, no digamos la participación en forma igualitaria con sus compañeros y compañeras, ni el Éxito educativo, que hoy por hoy solo es alcanzado por casos excepcionales. 

¿Cómo son los alumnos y alumnas con Síndrome de Down?
Javier Fesser, director de la película “Campeones” recientemente galardonada con el Goya a la mejor película 2019, comentaba en una entrevista: “Hice la película para intentar demostrar que todos somos iguales. Al acabarla llegué a la conclusión de que todos somos diferentes”. Las palabras de este cineasta, un profano en el mundo de la educación especial que tuvo la enorme valentía de abordar esta temática desde el absoluto desconocimiento, me sirven para responder a la pregunta: los alumnos y alumnas con síndrome de Down son todos diferentes, no hay dos iguales. Incluso en una discapacidad con una carga genética tan marcada, pues todas las personas con síndrome de Down tienen en común la trisomía del par cromosómico 21, lo que más se aprecia al conocerlas es lo distintos que son. Distintos en capacidades, en intereses, en gustos, en aficiones, en experiencias vitales, en sensibilidades, en emociones.

¿Qué debe tener en cuenta un docente que tiene un alumno o alumna con Síndrome de Down en el aula?
Enlazando con la cuestión anterior, lo que yo le diría a un docente que se encuentra por primera vez con un niño o una niña con síndrome de Down en su aula es que haga todo lo que pueda por conocerlo en su individualidad, en su singularidad, en su unicidad. Que se olvide de entrada de su síndrome, que deje de mirar a los ojos rasgados e intente ver al niño que se esconde detrás, único e irrepetible. 
Y después de conocerlo, creer en él. Hace tiempo que se demostró el enorme poder del denominado “efecto Pigmalión” en educación, que se cumple tanto en dirección positiva como negativa. Si el maestro cree en su alumno y confía en él, conseguirá logros; si no cree, nada logrará. Se trata de creer en el niño hasta conseguir que él crea en sí mismo. El mayor peligro no es que el maestro le pida demasiado, sino que no le exija nada, porque no cree en él. 

¿Qué consejo práctico daría a ese maestro?
Lo primero que hace un alumno con síndrome de Down al llegar al aula con un maestro o maestra nueva, es ponerle a prueba. Y si se muestra débil, dubitativo, inseguro, y cae en la lástima y en el “pobrecito”, los dos están perdidos. El maestro, porque le será muy difícil controlar al niño el resto del curso; y el niño porque logrará muy pocos avances ya que nadie le pedirá nada.

Hablamos más de las dificultades para el docente cuando tiene que gestionar un aula con alumnos con necesidades especiales que de las oportunidades. Enumérenos algunas
Los docentes que nunca antes han atendido alumnado con necesidades especiales manifiestan falta de tiempo y competencia para afrontarlo. 
La falta de tiempo se suple con la correcta organización del mismo. Por eso, la gestión del aula es una de las herramientas más eficaces de las que dispone el profesorado para favorecer la inclusión del alumnado con síndrome de Down en el centro educativo. 

¿Cómo lo hacemos?
Para responder a la diversidad lo que es preciso es mejorar, de manera amplia y general, las prácticas de aula y las medidas organizativas de los centros. Siguiendo las propuestas del Diseño Universal para el Aprendizaje lo que hemos de buscar son formas de actuación en la clase que sean aplicables al grupo de alumnos en conjunto, de manera que el niño con síndrome de Down sea uno más y que no requiera de ninguna medida diferente, salvo las derivadas de su propio estilo de aprendizaje. De esa forma, el propio alumno con síndrome de Down pasa de ser un obstáculo a convertirse en una oportunidad para todos. 

¿Y respecto a la falta de competencias?
Hoy en día disponemos de páginas web con información en permanente actualización (Down España o Canal Down21, por aportar solo dos ejemplos); bibliografía abundante en todo tipo de campos y frecuentes Cursos, Jornadas, Congresos, Simposium, etc.. Podemos afirmar, sin margen a equivocarnos, que quien no se prepara en este terreno es porque no quiere. Tengamos en cuenta además que la actualización didáctica y científica es una obligación de todo docente. 

Cada vez vemos más centros que introducen el trabajo por proyectos, el aprendizaje-servicio ¿Cómo encaja esto en la educación inclusiva? 
En principio, esta forma de trabajar en el aula es favorecedora de la inclusión, desde el momento en que todo tipo de alumnado tiene cabida y para todos hay un espacio de participación en el proyecto, servicio o reto que se plantee.

¿És útil para un niño o niña con Síndrome de Down trabajar con estas metodologías? ¿Por qué?
En el caso del niño con síndrome de Down, no siempre es beneficioso utilizar estas metodologías. Se ha de tener en cuenta que debido a su discapacidad intelectual de carácter leve o moderado, requiere de un ambiente muy estructurado, en que pueda anticipar lo que va a ocurrir y sepa en cada momento lo que se espera de él. El hacer protagonista al alumno de su proceso de aprendizaje conlleva darle iniciativa, permitirle que sea él quien planifique y supervise su propio proceso, lo que resulta dificultoso para quienes encuentran su mayor limitación precisamente en funciones ejecutivas como la atención, el control inhibitorio, la flexibilidad cognitiva o la organización y la planificación. 

En este tipo de metodologías a menudo afloran oportunidades para trabajar de forma más clara y espontánea aspectos de educación emocional. ¿Se trabaja bien esto en las aulas?
La neurociencia nos ha proporcionado datos precisos sobre algo que ya sabíamos o, al menos intuíamos: la estrecha relación entre emociones y aprendizaje. Un cerebro bloqueado emocionalmente es un cerebro que no puede aprender. Por el contrario, un cerebro positivamente emocionado, tiene un mayor potencial de aprendizaje. ¿Qué ocurre habitualmente? Que el profesorado no se siente cómodo con toda esta explosión de manifestaciones afectivas y decide atajar cualquier expresión emocional en el aula. 

¿Por qué sucede esto?
Desde mi punto de vista es cierto que los docentes no están adecuadamente preparados para trabajar la educación emocional en las aulas. Pensemos sencillamente si alguno de ellos ha recibido a lo largo de su formación inicial o capacitación docente alguna materia, crédito o curso relacionado con la inteligencia emocional o la educación emocional.

¿Y qué consecuencias tiene?
El maestro que ataja una manifestación de enfado de un alumno o de tristeza de una alumna, diciéndoles que se sienten y que se callen, está interviniendo sobre esas emociones, aunque piense que no lo hace. Está transmitiendo la idea de que no se siente cómodo con ellas, que en su clase no se permiten las manifestaciones emocionales y que las atajará en cuanto aparezcan. Está abordando las emociones desde la postura más equivocada posible, desde la represión. No intervenir es también una forma de intervenir, probablemente la más dramática. 

Actualmente, se habla de incorporar a todos los niños y niñas con discapacidad dentro de escuelas ordinarias. ¿Qué opina de esta medida? ¿Y en el caso de discapacidades severas como parálisis cerebrales, Síndrome de Down con discapacidad intelectual profunda, Trastorno del Espectro Autista severo…?
El debate que ahora se ha abierto entre la escolarización en centros de educación especial y en centros ordinarios, con la propuesta de que desaparezcan los primeros y todos los niños con necesidades educativas especiales acudan a los segundos es, desde mi punto de vista, un debate ficticio y baldío. La inclusión no es un asunto de tipos de centros, sino de actitudes personales y sociales. 

¿Cómo lo hacemos?
Se necesita pasar por un proceso de concienciación y educación de las familias y el profesorado que lleva tiempo. De hecho, las principales barreras que se encuentran las personas con discapacidad para ser admitidas en la sociedad como lo que son, ciudadanos de pleno derecho, se encuentran, como siempre, en la mente de las demás personas. Y mientras no se consiga cambiar esa mentalidad, esa actitud, tomar medidas drásticas como la supresión de los centros de educación especial, no hace más que alimentar un debate que no beneficia a nadie.


Si te ha gustado la entrevista a Emilio Ruiz, no te pierdas la de Coral Elizondo: “La inclusión educativa garantiza la personalización del aprendizaje”.

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Comentarios(3)

  • Hola buen día, la docencia en lo particular debe ser como el amor al arte, crear nuevas mentes capases de desenvolverse, ser pro activos y actuar en situaciones de contingencias es por ello que cada profesor y padre de familia debe crear un nivel de inspiración en los pequeños para que así ellos empiecen a ser mas capaces y auto suficientes apresar de la deficiencia ,trastorno o discapacidad.

  • muy buen reportaje a si los maestro aprende a tratar mas con niñs especiales

  • Ing Dolores Silvera Coca

    Una de las falencias mas grandes es que los docentes no están capacitados para tratar a un estudiante especial y hasta vulnerable… Hasta ahora he visto que se acomodan poniéndole la nota y no se hacen problema.Y para mi eso es hacer docencia sin vocación ni responsabilidad… Y lo digo porque tengo una hija en esa situación.

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