¿Es correcto hablar de gestión de las emociones? ¿Se pueden gestionar?
Hay personas a las que no les gusta hablar de gestión emocional. A mí, personalmente, sí que me gusta el término porque sí que creo que se puede gestionar, no la emoción, pero sí la reacción. Me explico: yo no puedo hacer nada para no sentir una emoción. Cuando considero que una situación es injusta no puedo evitar sentir enfado o contrariarme, aparece la rabia de forma inevitable. Es imposible que si yo tengo ocho años y estoy jugando a la videoconsola y viene mi madre y me dice que me duche, no sienta rabia, porque estoy experimentando una pérdida. Lo que sí es manejable es la actitud que tengo como respuesta a esta emoción, y aquí es cuando hablamos de gestión. 

Entonces, lo que controlamos no es la emoción, si no la respuesta. 
Exacto, aquí diferenciamos entre emoción y conducta. La emoción me invita siempre a llevar a cabo una acción y esto sí se puede controlar: la puedes inhibir, retrasar, minimizar o maximizar. A esto sí que se aprende, este autocontrol se puede enseñar. Cuando la rabia te incita a pegar, a atacar, yo no puedo hacer nada para inhibir la rabia pero sí puedo modular la respuesta que la emoción me empuja a tener. Como sociedad, tenemos unas normas de convivencia que nos indican qué es aceptable y qué no, y esto es lo que debemos transmitir.  

¿Y cómo se transmite esto?
Explicándolo, no hay otra. Es importante que los niños sepan que no podemos controlar la aparición de la emoción pero sí que tenemos la obligación de modular y modificar la conducta si no es adecuada. Esto es gestión emocional. 
Y sobre todo lo que no debemos hacer nunca es negar la emoción, o menospreciarla.

¿A qué se refiere?
A estos típicos comentarios de “no te pongas triste por esto”, o “no llores que no es para tanto” o “no hay motivo para enfadarse”. Los niños y las niñas no pueden evitar sentir lo que sienten ante una situación, aunque a nosotros nos parezca desmesurado. Negarles la emoción no ayuda. Lo que sí podemos hacer es dar herramientas para “aprender a ser humano” es decir, aprender a gestionar, a modular, las conductas que van ligadas a la emoción. 

¿Cómo funciona el cerebro y las emociones?
La emoción nace en el sistema límbico, en el interior del cerebro. Es una parte del cerebro que no controlamos en absoluto. A menudo intentamos razonar con ellos ante situaciones que no sabemos gestionar, y esto en realidad, es inoperante: la razón aparece en una parte del cerebro totalmente opuesta al sistema límbico, que es una zona voluntaria. Debemos ser conscientes de esto porque es muy difícil razonar cuando sentimos emociones muy fuertes. Hablamos de inteligencia emocional cuando somos capaces de gestionar la razón con el sentir, pero esto es algo que a los más pequeños les cuesta horrores. 

Pónganos un ejemplo de esto, por favor.
Cuando un adulto se enfada con un superior en el trabajo por algún tema relacionado con lo profesional, puede expresar ese enfado de forma explosiva poniendo en riesgo su relación laboral o su puesto de trabajo, o puede gestionar la conducta, apaciguar la rabia y desfogarse luego en la cafetería con los amigos o contando lo que le ha pasado a su pareja. 

A menudo hay debate sobre qué se aprende en casa y qué en el colegio. ¿Quién enseña educación emocional?
Lo dice muy bien el proverbio africano: es la tribu la que educa. La educación emocional no se puede parcelar. Educa la familia, los docentes, el barrendero, los políticos que salen en la tele, etc.. Sí que es cierto que los ambientes fundamentales que influyen en el aprendizaje son la familia y la escuela, y es ahí donde hay que reforzar los valores que son importantes para nosotros. Pero todas las personas, seamos conscientes o no, somos modelos para los más pequeños. Es importante que seamos conscientes que hay otros agentes en la vida de nuestros hijos que también son relevantes. 

¿Y qué hacemos para contrarrestar este tipo de inputs si consideramos que no son adecuados?
Lo mejor que podemos hacer es estar. Estar con ellos para poder ofrecer un contrarrelato, una contextualización de lo que están viendo o oyendo. Y estar es estar de verdad, no sentarse a su lado a mirar el móvil. Si somos capaces de recibir estos inputs a la vez, podemos dialogar con ellos y poner en crisis aquello que están recibiendo. Es interesante, cuando tienen cierta edad, proponerles que expresen su opinión al respecto. El problema no es que los niños vean contenido que no es adecuado para su edad, el problema es que lo vean sin sus padres, o sin sus adultos referentes. 

¿Crees que las familias de hoy en día son sobreprotectoras?
Evidentemente, hay familias de todo tipo, pero sí que tendemos a sobreproteger a nuestros hijos. El principal factor que nos lleva a hacerlo es el miedo. Tenemos mucho miedo a que nuestros hijos sufran, a que no consigan sus metas, a que no cumplan con nuestras expectativas, etc.. No es el miedo del niño el que nos impulsa a actuar, es el nuestro propio. No nos tiramos de un tobogán con el niño porque él nos haya expresado su miedo, sino porque nosotros tenemos miedo de que se haga daño. Anticipamos sus sentimientos y no tenemos la capacidad de ponernos en su sitio. El niño seguramente estará excitadísimo por tirarse de un tobogán gigante, pero eso nosotros no lo vemos. 

¿Y cómo aprendemos los adultos a ser empáticos con ellos? ¿Podemos los adultos aprender a gestionar estas emociones?
Por supuesto, nunca es tarde. El cerebro siempre está preparado para aprender y adaptarse. 
Pero para que podamos aprender hace falta que la tierra esté preparada para albergar esto. Hay que trabajarlo.

¿Y los docentes? ¿Cómo pueden gestionar las emociones cuando están con los niños?
Yo siempre propongo, tanto a padres, madres como docentes que apliquen la naturalidad. Se trata de normalizar que sentimos cosas, y que seamos capaces de identificar las emociones, permitírnoslas, y gestionarlas. Este es el mejor ejemplo que podemos dar a los niños y las niñas. Si queremos hablar con el alumnado de emociones, el primero que tiene que hablar de ellas es el docente. Si un día estoy triste o agobiado, está bien verbalizarlo. O si estamos enfadados con los alumnos, es bueno decirlo y explicarles por qué, modulando la conducta, como decíamos lantes y que ésta sea modélica. 

Nos gustaría que nos propusieras tres herramientas para docentes en el aula. ¿Cuales elegirías?
Es muy difícil escoger tres, pero la primera herramienta que propongo es la de legitimar la emoción, permitirla, validarla, ver de manera positiva la externalización de las emociones. Tenemos que aceptarlas porque las emociones son subjetivas, y como hemos dicho antes no podemos controlar sentirlas o no. Otra cosa es que la conducta sea la correcta. Si no lo es, tenemos que legitimar la emoción pero criticar la conducta, y dar herramientas para gestionarla de otra forma. Y si consigue gestionar la conducta de forma correcta, debemos reconocerlo y aplaudirle.  

¿Qué más?
El segundo recurso que propongo es el de no intentar racionalizar las conductas de los alumnos. No tiene mucho sentido que intentemos poner la razón en algunas situaciones, es lo que comentábamos antes. A veces lloran y no sabemos por qué. No siempre hay que entender el porqué pero siempre tenemos que acompañar. Solemos decir “es que no atiende a razones”, claro, cuando el cerebro límbico está activo no hay razón que valga. Ni siquiera es buena idea criticar la conducta en este momento porque no nos escuchan. Es mejor esperar a que el pequeño o la pequeña se tranquilice para poder razonar.

Y por último…
Y aquí viene la tercera propuesta: Conectar. Es importante conectar con el alumno: abrazarlo, calmarlo, darle su espacio para que atraviese la emoción y se pueda regular, etc.. Cuando haya vuelto el equilibrio puedes hablar y buscar estrategias para enseñarle a autoregularse si no lo consigue solo.


Si te ha gustado la entrevista a Rafael Guerrero, no te pierdas la de Rafael Bisquerra: “La educación emocional vertebra el desarrollo personal”.

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Tiching

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Comentarios (1)

  • Me encanta que en Tiching también incluyan a psicólogos como Rafael Guerrero, al que siempre es un placer leer. Lo sigo en redes sociales desde que asistí al congreso EDUCA 19 y además de ser la ponencia con la que más he disfrutado, creo que todo de lo que habla es un pilar básico y muy necesario en términos de educación, tanto para padres y madres, como para profesores. Entrevistas así me hacen sentir más curiosidad todavía y ganas de querer aprender sobre psicología, muy útil no sólo para los docentes, sino también a nivel personal.

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