¿Es lo mismo integración que inclusión?
No, no es lo mismo, suponen enfoques totalmente diferentes, que condicionan o llevan implícitas respuestas educativas en el aula y en la institución escolar totalmente distintas. Uno de los errores conceptuales más extendidos en el tema de la educación inclusiva es precisamente considerar que integración e inclusión son lo mismo y utilizarlos como sinónimos.
¿En qué momento se empiezan a trabajar estos conceptos?
La integración surge en España en los años 80, cuando se escolariza por primera vez en los centros ordinarios alumnado con necesidades educativas especiales. Para este alumnado se contaba con un profesorado de apoyo a la integración (profesorado de pedagogía terapéutica y de audición y lenguaje), que habitualmente hacía los apoyos fuera del aula, individualmente o en pequeño grupo, por lo que la integración se convertía en una práctica segregadora, que garantizaba el acceso a la educación, pero no a su participación en el aula.
¿Y la educación inclusiva?
Surge en los años 90, y sobre todo con la entrada del siglo XXI, se empieza a hablar de una educación para todos y con todos, donde se enfatiza no solo en la presencia del alumnado en los centros educativos, sino en su participación plena y en sus logros. No se habla solo de un alumnado concreto, como se hacía en la integración, sino que parte de una concepción humanista de la educación que habla de derechos humanos y de justicia social.
Entonces, la podríamos definir como…
Tomando como modelo la definición de la UNESCO, la educación inclusiva podría definirse como un proceso orientado a abordar y responder la diversidad de las necesidades de todo el alumnado a través de una mayor participación en el aprendizaje. Hablamos por lo tanto de una EDUCACIÓN con mayúsculas que es capaz de dar una respuesta educativa de calidad a todos y cada uno de los niños y niñas, incrementando su presencia y participación en el aula, en el centro educativo, obteniendo logros y, consecuentemente, reduciendo su exclusión en la educación y desde la educación.
¿Puede un centro educativo ser inclusivo, equitativo y de calidad al mismo tiempo?
Puede y debe serlo. Los centros educativos deben garantizar la inclusión, la no discriminación, ofreciendo aprendizajes de éxito para todo el alumnado y no solo la presencia o el acceso, como ocurrió con la integración, porque la inclusión no es solo estar presente, sino sentirse parte, pertenecer. Un centro educativo en el siglo XXI debe ser garante de la inclusión, debe ser un centro acogedor y seguro para todo el alumnado, un centro abierto a la comunidad, un centro que elimina las barreras que impiden al alumnado ser y estar, un centro que tiene como seña de identidad la autodeterminación de todo el alumnado, favoreciendo su autonomía y su autorregulación y permitiendo desarrollar siempre sus capacidades, sus talentos y su creatividad. Un centro que acompaña a cada estudiante en su propio proyecto de vida y lo empodera siempre.
Si pudiera poner un termómetro a la inclusividad en el sistema educativo actual, ¿qué cree que marcaría en una escala del 1 al 10?
Poner un número concreto es difícil, supone generalizar y colocar el foco en un aspecto u otro, y no sería objetivo. Considero que todavía queda mucho camino por andar, que hay muchas barreras sociales, personales y administrativas que eliminar, pero conozco cada vez más docentes comprometidos y centros educativos que quieren transformarse, que quieren llevar la inclusión al corazón de las escuelas; este sería el indicador de que vamos por buen camino. Porque la educación inclusiva es un derecho, hay que pasar ya a la acción.
Cuando hablamos de inclusividad, ¿solo hablamos de personas con alguna necesidad educativa especial?
No. La educación inclusiva, si bien se centra en el alumnado más vulnerable, es una educación para todos y con todos. Vulnerables somos todas las personas en un momento determinado de nuestras vidas, pero vulnerables son los niños y niñas con necesidades educativas especiales, con altas capacidades, los que se incorporan al sistema educativo de forma tardía, los invisibles, los nadies, los que sufren, los que no encajan, los marginados, los señalados, los que tienen etiquetas que les condicionan… Cuando hablamos de educación inclusiva hablamos de todo el alumnado, y digo TODO con mayúsculas, porque hablamos de incrementar los procesos de participación para que todo el alumnado, sin distinción, pueda obtener una educación de calidad y hablamos también de equidad, de no discriminación, de derechos humanos y sobre todo de justicia social.
¿A qué se refiere con justicia social?
La justicia social se basa en aceptar las diferencias, en valorar las capacidades, en poner en valor los talentos, y como explicaba en el blog, en diluir los límites entre lo que yo, como docente, entiendo por normalidad y anormalidad, porque en ocasiones aceptamos con mucha normalidad la injusticia y la opresión, por eso es importante un cambio de mirada en el docente, en la sociedad y un cambio de cultura en los centros educativos.
Teniendo en cuenta la realidad actual, ¿qué podemos hacer para acercarnos a una educación inclusiva?
Es necesario, en primer lugar, partir de una reflexión conjunta sobre qué queremos, dónde estamos y qué necesitamos; es necesario comenzar repensando y construyendo objetivos compartidos que permitan transformar contextos; es necesario dialogar sobre qué es y qué supone la educación inclusiva. De esta forma seremos conscientes del cambio de paradigma en la educación y de la necesidad y obligación de cambiar nuestras estructuras organizativas, nuestras prácticas educativas y nuestra mirada.
¿Una de las medidas sería incorporar profesores de apoyo?
Hablar de apoyos en educación inclusiva supone hablar de redes naturales de apoyo, pero también supone hablar de colaboración, de ayuda mutua, de cuidados. El apoyo en la educación inclusiva es mucho más que un profesor de apoyo, se tiende a apoyos generalizados en el sentido más amplio de la palabra. Hablar de apoyo, por lo tanto, es hablar de recursos, personas, actuaciones, estrategias o propuestas que favorezcan la autodeterminación de todo el alumnado y que mejoren el funcionamiento humano. Se considera que todas las personas necesitamos un apoyo y el objetivo es lograr que todas las personas lleguen a ser su propio apoyo.
¿Qué pasa cuando sacamos a un alumno con NEE fuera del aula ordinaria?
Cuando un niño o una niña con NEE sale del aula ordinaria para recibir apoyo lo estamos segregando, porque no le dejamos estar presente en el aula y por lo tanto no puede participar de las actividades que allí se están desarrollando. Esta era la respuesta habitual que se ofrecía con la integración. En la actualidad, el apoyo se debería llevar a cabo dentro de su contexto habitual, de su aula, de su centro educativo. En este caso es necesario previamente identificar las barreras que hay, para poder minimizarlas y diseñar los ajustes necesarios que posibiliten el bienestar personal de todos los niños y niñas y sus intereses como persona. Mientras que con la integración nos basábamos en las necesidades educativas con apoyos individualizados, con la inclusión se tiende a apoyos personalizados basados en las capacidades de las personas y en la eliminación de barreras, al entender la discapacidad como el resultado de las interacciones de la persona con el contexto.
En este sentido, ¿se habla suficientemente del Diseño Universal para el Aprendizaje?
No, no se habla apenas del Diseño Universal para el Aprendizaje. Ahora comienza a aparecer este concepto en la normativa de algunas comunidades autónomas referidas a la atención a la diversidad, pero hay mucho desconocimiento de lo que significa y de lo que supone para el docente. Hablar del Diseño Universal para el Aprendizaje es hablar de educación inclusiva porque implica hablar de nuevo de todo el alumnado, de forma que cuando el docente programa teniendo en cuenta los principios y las pautas del diseño universal, las actividades, los materiales, las tareas o recursos de su programación de aula, están diseñadas pensando en todo su alumnado y de esta forma estará evitando adaptaciones curriculares posteriores para un alumnado concreto. Surge aquí otro de los errores conceptuales de la educación inclusiva, que es considerar que Diseño Universal para el Aprendizaje es sinónimo de adaptación curricular. Sobre este tema falta mucha formación e información.
¿La inclusión educativa permitiría una personalización más eficaz del aprendizaje para todo el alumnado?
Más que permitiría, yo diría que la inclusión educativa garantiza la personalización del aprendizaje. Ya he comentado que hablar de educación inclusiva es hablar de una educación para todos y con todos, es incrementar la participación y reducir la exclusión en la educación y desde la educación y si todo el alumnado está en el aula obteniendo logros, es necesario personalizar el aprendizaje para permitir dar una respuesta adecuada a todos y cada uno de los alumnos y alumnas.
¿Qué metodologías pueden beneficiar la inclusión educativa?
Fundamentalmente, metodologías activas que desarrollen un cambio en el rol del docente y del alumno; metodologías que impliquen fomentar la autonomía, el pensamiento crítico y la autorregulación; metodologías que permitan el trabajo colaborativo y la creación de redes naturales de apoyo; metodologías que promuevan la curiosidad, la motivación, la persistencia…
¿Qué responsabilidad tienen las familias? ¿Cómo pueden implicarse en la inclusividad de los centros?
Para hablar de centros educativos inclusivos es necesario el apoyo de toda la comunidad. Las familias forman parte de la red natural de apoyos, una red que se presta ayuda mutua y que permite que los centros se constituyan como verdaderas comunidades de apoyo donde el cimiento es generar verdaderas culturas de colaboración.
Está comprobado que la organización de los espacios influye en el aprendizaje de los niños y niñas. ¿Cómo sería un espacio educativo que promueva una educación inclusiva?
Un espacio educativo flexible y acogedor, un espacio abierto y adaptable, que fomente las interacciones dialógicas, que impulse el aprendizaje activo de todo el alumnado, que promueva la autonomía, que permita diseñar situaciones de aprendizaje ricas y variadas, que desarrolle habilidades de pensamiento de orden superior en todo el alumnado, que ofrezca la creación de diferentes espacios de elaboración y producción de conocimientos. Las aulas serían o tendrían que ser verdaderos laboratorios de aprendizaje, con diferentes ambientes de aprendizaje, rincones, mobiliario diverso… que eliminen las barreras a la presencia, a la participación y a los logros de todo el alumnado.
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La inclusión Educativa es un tema de estudio que se debe trabajar en todos los Centros Educativos de cualquier nivel, desde básica hasta superior en las reuniones académicas (consejos), si hay un estudio responsable y concienzudo por parte de los Maestros, se puede lograr una transformación verdadera de las escuelas hacia la Inclusión Educativa