Como explica en su última obra, El valor de ser uno mismo, no es fácil aceptarnos como somos.
Cuesta mucho aceptarse a uno mismo. Muchas veces nos encontramos con adolescentes que tienen una profunda crisis de autoestima, jóvenes que se escapan y que no aceptan sus limitaciones, y que constantemente experimentan envidia o celos porque otro tiene unas virtudes, cualidades y unas capacidades que ellos no tienen. Esto también nos pasa a los adultos.
¿Cómo educar para aceptarse a uno mismo?
Creo que la práctica educativa la centramos hacia fuera, es decir: damos conocimientos del mundo y de la historia, de la filosofía, de la poesía, de las ciencias naturales pero, en cambio, no nos centramos en el mismo educando, en el sujeto de la educación. Una función básica es, en primer lugar, lograr que el educando se conozca y se acepte, y acepte que tiene limitaciones y que tiene posibilidades que bien desarrolladas le proporcionarán un buen futuro.
Desde hace tiempo se habla de crisis de valores. ¿Está de acuerdo?
La crisis económica no es una casualidad: es fruto de una profunda crisis de valores que ha tenido como resultado una crisis económica. No se ha sido prudente, se ha invertido desordenadamente, no se ha ahorrado, se ha corrompido, se ha especulado, se ha confundido precio y valor… La crisis actual tiene que ver con una crisis profunda de valores éticos.
Tiempo de cambios…
Siempre subrayo que vivimos en momentos de transformación, de transición. Podemos verlo como un tiempo de ruinas pero también de brotes verdes, donde hay nacimiento y crecimiento.
¿Por ejemplo?
Hay un universo de tendencias emergentes. Por ejemplo, ha emergido con mucha fuerza los valores medioambientales: la ciudadanía está cada vez más concienciada con el respeto por la naturaleza, y ello se debe a que hemos tomado conciencia de que la Tierra es vulnerable y que debemos tener un cuidado para podérsela legar a las generaciones futuras.
¿Cómo aprendemos los valores?
Podemos aprender que la capital de Francia es París o que el Teorema de Pitágoras o el Teorema de Tales son lo que son. En cambio, los valores requieren otra conducta: podemos saber qué es la paciencia y no ser pacientes. Los niños acaban interiorizando los valores cuando, reiteradamente, padres, madres y educadores insisten en él. También hay otro elemento básico, que es la ejemplaridad: no podemos intentar transmitir valores si no somos ejemplares.
Ya…
Si a un niño le dices “hijo, tienes que hablar bien” pero cada dos palabras dices un taco, el niño se da cuenta de que quien lo dice no tiene autoridad moral.
¿Cómo están influyendo las tecnologías en la transmisión de valores?
Las tecnologías pueden jugar un papel determinante si las sabemos utilizar correctamente. En la red está lo mejor y lo peor: debemos utilizar la tecnología para que los niños descubran valores, relatos, músicas, imágenes, páginas que nos hablan de defensa de los derechos humanos, de organizaciones que operan en lugares en vías de desarrollo, etc. ¡Pongámonos en contacto con todo ese mundo!
Las tecnologías bien usadas pueden aportar mucho.
Hay webs excepcionales, tanto a un nivel estético como a nivel de valores, de cohesión social, de presentación de los grupos humanos sin racismo, sin estigmatización, sin etnocentrismo.
¿Y dentro del aula?
Estamos en el inicio del inicio. Hay dos actitudes en los claustros de profesores: está el profesor tipo que es más bien grande y al que le da miedo la tecnología, que la ve como un elemento hostil y que sigue con su método, esencialmente pre-tecnológico: aula magistral, pizarra, tiza en mano y manos a la obra. Y luego hay otro tipo de profesorado, que generalmente es más joven, que ha pasado por facultades de magisterio y que utiliza recursos tecnológicos. Debemos aprender lo mejor de cada enfoque, utilizarlo cuando es adecuado y hacer un uso inteligente que permita sacar el máximo partido a las potencialidades del educando.
¿Es más fácil explicar matemáticas que filosofía con internet?
La tecnología puede ser muy útil en la presentación de debates filosóficos y en potenciar conversaciones con personas que están lejos; yo tengo casi cada semana. También nos sirve para acceder a textos que no tenemos a nuestro alcance, a instituciones, bibliotecas… Sería un error pensar que la tecnología puede destruir la filosofía. ¡No, de ninguna manera!
Y lo mismo ocurre con otras disciplinas: un profesor que explica ciencias naturales y que encuentra una página web donde está representada maravillosamente la célula humana cuenta con un recurso extraordinario para un niño. Yo, cuando era pequeño, tenía que ver un dibujo pequeño y minúsculo de la célula.
Ha hablado de tecnodependencia. ¿Somos una sociedad tecnodependiente?
Absolutamente. Sólo hay que preguntar a los jóvenes qué pasa cuando pierden el móvil un día, o qué pasa cuando se acaba la batería y están fuera de casa. El móvil es hoy un objeto de iniciación a la vida grupal: todo pasa por él. Tanto es así que los expertos afirman que un adolescente consulta el móvil alrededor de 450 veces al día. El día tiene 24 horas para todos: si dormimos 8, quedan 16.
Desde esta perspectiva, ¿cómo educar para que la tecnodependencia no se convierta en una vulnerabilidad?
La base es forjar una ciudadanía prudente y que sepa distinguir entre una conversación con el padre o la madre o la pareja y una conversación por teléfono con otra persona. La tecnología debe facilitarnos una mejor calidad de vida: no puede ser que desde que tenemos móvil o buzón de correo electrónico no la tengamos.
Los conocimientos adquiridos en la universidad son muy escasos, haciendo un baremo por este valor la universidad
no genera valor añadido de conocimiento, al contrario, es una guarderia para certificar críos que viven cerca de las proximidades.
En efecto nosotros mismos como padres y maestros somos los que debemos practicar lo que predicamos, pues los valores no son para recitarse sino para llevarse a cabo con todos los compañeros que nos rodean y empezar con el ejemplo es lo que debemos hacer.
La escuela que más tiene más se queja y la que menos tiene más ofrece. Este es un valor que en mi pueblo no se enseña. No hacen falta cosas para enseñar, hacen falta personas con ganas, dedicación y voluntad.
Estoy de acuerdo que enseñar valores en la escuela es muy complejo y nosotros los maestros debemos empezar con el ejemplo de lo predicamos.