5 claves para cambiar el rol del docente en el aula

  • Por Mario de Jesús González Cano
  • Opinión

Mario de Jesús González Cano

Psicólogo, Licenciado y Magister en Educación Universidad de Medellín. Para la búsqueda del equilibrio que da sentido a la vida, es necesario hacer que el accionar coincida con el pensar.

A menudo se crean expectativas positivas o negativas de parte de algunos docentes con respecto a sus estudiantes. Es común encontrar en las clases, un grupo pequeño de alumnos “brillantes”, que interviene casi siempre, y otro pequeño grupo, cuyos integrantes se tornan más “lentos”, y casi nunca participan. Consecuencialmente, los estudiantes de altas expectativas suelen recibir muchos elogios, y los demás muchas críticas, provocando una baja en su motivación, aparte de crearse un sentimiento discriminatorio respecto al resto de la clase.

5 claves para cambiar el rol docente

No se puede desconocer que tanto los profesores como los padres de familia en algún momento han marcado la vida de estos niños, con relaciones verticales de poder y han logrado reprimirlos, coerciendo sus deseos al negarles la oportunidad para pensar y actuar con libertad y autonomía. Esta libertad y autonomía se debería fomentar a través de la enseñanza de hábitos y la promoción de las habilidades necesarias para su pleno desarrollo desde temprana edad.

En este sentido, Philippe Mierieu invita a asumir el reto escolar sobre la concepción del rol de maestro desde el ser, y el deber ser, especialmente con niños de primaria. Si se retoma la historia de Frankenstein y Pinocho en el libro Frankenstein educador (Mierieu, 1998), se encuentra que como docente muchas veces no se es consciente de la labor formativa y se limita únicamente a la transmisión  de conocimientos, sin tener en cuenta la idea básica que encierra el concepto de “educación”. Este concepto se enmarca en la reflexión constante, de tal manera que permite al maestro reinventarse de acuerdo al contexto, además de tener en cuenta que el proceso educativo lleva consigo una relación entre humanos y como tal determina o posibilita su desarrollo, por lo que no habría posibilidad de contemplar la educación como un proceso de fabricación.

Mieriu hace referencia al papel del maestro y al papel del alumno, y a la relación existente entre estos, además del sentido de la educación. Cuestiona la educación como proyecto de dominio del sujeto y del control de su destino.  Esta idea es fundamental e importante en la medida en que, en algunos casos, la preocupación del maestro al momento de transmitir ciertos conocimientos estaría generando una involuntaria “fabricación del otro”, sin contar su adaptación a los cambios generacionales para dar espacio a la innovación y a la posibilidad de abandonar los viejos paradigmas pedagógicos.

Hace también alusión a la falla del docente cuando pretende que sea el alumno quien se adapte a sus prácticas, en vez de estar dispuesto para ajustarse a las necesidades o exigencias que el otro (estudiante) presenta. Reconoce además que la educación permite al hombre ser hombre, por lo que no se debe convertir en un procedimiento de elaboración que termine considerando al alumno como elemento estático, sin un contexto específico y sin un universo cultural.

Así, exhorta a recordar que, como educador, se está formando personas y no objetos inanimados, los cuales con sus características, cualidades y defectos, alientan a que se les brinde lo necesario para que como seres humanos puedan hacerse obra de sí mismos, a la vez de ser capaces de adquirir destrezas para desenvolverse en sociedad, desarrollando al máximo cada una de sus capacidades. Propone también las siguientes claves necesarias para ayudar a cambiar el rol del docente en el aula:

  1. Asumir la pedagogía de tal manera que los estudiantes realmente entiendan, generando aprendizajes significativos aplicable a su cotidianidad.
  2. Fomentar el pensamiento crítico y creativo, en vez de limitarse únicamente a una simple transmisión de conocimientos.                           
  3. Ser un guía permanente que conduzca al alumno hacia una educación efectiva.
  4. Mantener una relación dialógica con los estudiantes, evitando mecanismos autoritarios y su robotización.
  5. Implementar la evaluación formativa como estrategia que propenda mejorar el aprendizaje de los estudiantes.

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