Cada vez oímos más casos de violencia entre parejas de adolescentes. ¿Están aumentando los casos?
No sabemos si realmente la violencia está aumentando, porque los recuentos de violencia anteriores son confusos. Lo que sí detectamos es un cambio preocupante en el imaginario de los roles de los adolescentes. Vemos, por ejemplo, en las encuestas, que aunque el porcentaje sea bajo aumenta el número de adolescentes que no consideran demasiado graves las agresiones de los chicos contra las chicas y que en algunos casos incluso los excusan.
¿Por qué sucede esto?
Las chicas jóvenes están aceptando un rol de mujer sumisa, aceptan el papel de objeto sexual. Principalmente es culpa de la publicidad que saca su imaginario de películas pornográficas que presentan a la mujer dominada, una víctima. Eso es ser sexy, y por lo tanto, aceptada e integrada en la sociedad. De esta forma vemos como repunta un machismo agresivo que se está poniendo de moda.
¿Y antes esto no sucedía?
No, antes educábamos a las jóvenes en la precaución: “los hombres son como son, para que no te pase nada debes recatarte, no dejes que te toquen, no llegues tarde”. Esta actitud, como mucho, llevaba a las adolescentes a querer probar aquello que les prohibían, a romper las imposiciones, pero no se exponían como lo hacen ahora. Superar los límites paternales impuestos era transgresor.
¿Es un problema de la educación de las chicas?
¡No! Yo creo que lo estamos haciendo peor en el caso de los chicos. La educación de las niñas ha cambiado bastante, se acepta que sean deportistas, que sean competitivas, que tengan personalidad. En el caso de los niños, seguimos anclados en modelos anteriores.
¿Qué tipo de modelos?
A los chicos se les sigue exigiendo que sean unos triunfadores, que peleen, que sean agresivos, que quieran ganar por encima de todo. Enseñamos a los chicos a imponerse. Este modelo de género está muy vigente y los niños de hoy lo aceptan porque les enseñamos que esto es una condición de su masculinidad, de su superioridad. Cuando de mayores se encuentran en situaciones en las que la mujer no hace lo que ellos quieren, se imponen, porque es lo que han aprendido.
¿Por qué ha sido posible un cambio en la educación de las niñas y no de los niños?
Por una razón muy sencilla. Los grupos oprimidos son los que están siempre más dispuestos a cambiar, porque ello les supone una mejora de su situación. El grupo que domina suele tener miedo al cambio porque, por lo general, con ello tienden a perder. En el caso masculino, este cambio les comportará una pérdida de poder. Los hombres se resisten porque creen que perderán su situación preeminente y sus ventajas, hay más resistencia al cambio por su parte.
Y la sociedad, ¿ha aceptado el cambio?
La sociedad entendió rápido el cambio por la siguiente razón: en el momento en el que se aprueba el divorcio, la gente entiende que la mujer no puede quedarse en casa dependiendo del sueldo del marido. En cualquier momento la pareja se puede romper y ella quedarse sin forma de supervivencia. Esto hace que el modelo tradicional fuera inviable.
¿Qué papel cree que juega la escuela?
La escuela, por lo general, reproduce aquello que existe. No es consciente de los elementos que pueden ser negativos. Hay escuelas donde las mujeres se han concienciado de la situación y han cambiado un poco. En ellas se ha trabajado mucho la coeducación. Pero no ha existido un cambio impulsado por la Administración, más bien depende de cada centro y su sensibilidad.
Cuando hablamos de coeducación, ¿exactamente de qué hablamos?
La coeducación es una idea que va cambiando a lo largo del tiempo. Partimos hace un siglo cuando las escuelas eran segregadas. Las escuelas de niñas tenían contenidos muy limitados: coser, rezar, cocinar… Para que las mujeres pudieran avanzar en la sociedad necesitábamos que las mujeres, como mínimo, tuvieran las misma cultura que los hombres.
De ahí las escuelas mixtas.
Exacto. Pero el problema es que mucha gente se ha pensado que la coeducación era solo eso, mezclar chicos y chicas.
¿Cuál fue el siguiente paso?
Antes de nada, debemos reconocer que las escuelas mixtas fueron un paso muy importante, pero que la escuela sigue transmitiendo una jerarquía de géneros.
¿En qué sentido?
Por ejemplo, los libros de texto continúan hablando más de hombres que de mujeres. En la práctica, inferiorizan a las mujeres.
¿Y esto cómo se revierte?
Pues para empezar, hay que cambiar la percepción de que las cosas de mujeres, como el cuidado de las personas (de niños, ancianos, etc.), es una cuestión de género. Hay que universalizar estas actividades.
De todas formas, aunque la escuela trabaje una serie de mensajes en esta clave, cuando los niños y niñas salgan a la calle se encontrarán publicidad sexista. ¿Cómo deben afrontar esta contradicción?
La sociedad no va a cambiar de un día para otro. Pero el colegio tiene una ventaja, y es que los chicos y chicas saben que la escuela es lo normativo, lo correcto, y todo lo que vaya en contra de ese mensaje que viene del colegio debe ponerse en cuarentena. La escuela debe transmitir ese mensaje y explicarles que ese comportamiento prevalece por encima de los otros.
¿Debemos darles herramientas para que sean críticos con los mensajes que contradicen lo que se les enseña en clase?
Sí, debemos enseñarles a detectar los sexismos, los comportamientos aberrantes. De la misma forma que en la escuela te enseñan a comer con cubiertos y luego en la calle vemos gente que come con las manos, en clave de género debemos trabajar igual.
Si pudiera cambiar tres cosas de la educación ¿Cuáles serían?
Para empezar, eliminaría el currículum tal y como existe ahora. Yo haría que el hilo conductor no fuera el aprendizaje de las materias instrumentales, sobre todo en el caso de Primaria. A edades tan tempranas, lo que deberíamos trabajar es el aprendizaje de valores, de hábitos, de actitudes. Debemos enseñar a los alumnos a vivir mejor, comer de forma saludable, relacionarse correctamente con las personas, desarrollarse, ser solidarios… La escuela debería priorizar aprender a vivir más que aprender cosas instrumentales a las que se puede acceder hoy en día de forma fácil.
¿Las asignaturas, tal y como se conciben hoy en día no son útiles?
Lo que es evidente es que hay que aprender a leer, a escribir, hay que saber matemáticas, historia… Pero este aprendizaje debe ser la excusa para desarrollar al individuo, para que aprendan a decir lo que piensan, a argumentar, a racionalizar. El contenido no debe ser el fin en sí mismo.
¿Qué otra cosa cambiaría?
Eliminaría los exámenes, eso seguro, y los libros de texto también. Los niños han de saber que necesitan aprender a escribir para poder explicar lo que han visto en una excursión, y a leer para saber qué es lo que han descubierto los compañeros en otra salida, por ejemplo. Pero les inculcamos que deben estudiar y aprender para pasar pruebas, para aprobar exámenes. Creo que esto es un grave error.
Y, ¿por último?
Efectivamente, cambiaría el tema de los géneros. Creo que la escuela debería transmitir otro tipo de valores. Hay que universalizar e integrar todo lo que se pueda considerar como cultura femenina. Hay que universalizar la empatía, la proximidad, la valoración de la vida. Y hay que fomentar la antiviolencia.
En las escuelas ya hace mucho tiempo que se educa contra el machismo y contra la violencia de genero y desde una perspectiva feminista además.
Cada día es más importante que los y las docentes entiendan el significado de la coeducación.
No entiendo cómo la Formación Inicial no recoge en su currículum ámbitos tan necesarios, que me atrevo a decir, salvaría vidas. Cambiar el sentido de la educación, la educación personal y sentimental de los varones es un antídoto contra la violencia de género.
Me encanta leer estos temas que son muy interesantes hablar de cambiar de actitudes, eliminar el currículo como también los exámenes.
Me encantaria eliminar los exámenes pero par ello hable usted. Con los inspectores y ministros de educación obsesionados en rubricas y papeleo innecesario y técnicas de evaluacion …..
Creo yo, que Marina Subirats tiene un punto de vista claro y preciso sobre la forma de trabajo pedagógico en las escuelas, seguimos aferrados a transmitir conocimientos y a aplicar exámenes dejando de lado lo elemental en el aprendizaje de los estudiantes, como plantea ella, los valores, las prácticas solidarias, entre otros. En suma, se debe trabajar más la relación entre escuela y la familia para mejorar las buenas relaciones entre género, para dejar de lado el sexismo que mucho daño hace a los niños y jóvenes. Gracias.
Me cuesta trabajo aceptar la frase: “La sociedad acepta el cambio pero el hombre no”…acaso el hombre no es parte de la sociedad?
Y sí creo que efectivamente la escuela sigue transmitiendo una jerarquía de géneros,….pero antes que la escuela, lo hace la familia….el hogar.
El cambio de educación debe einiciar en el hogar y continuar en la escuela, aunque quiero admitir que aún así, familia y escuela juntos todavía son muy débiles ante lo que transmite la sociedad. La escuela reproduce lo que hace la sociedad, ésta cnstituída por hombres y mujeres.
No obstante, creo que , paradójicamente, solo educando a la sociedad podemos transformar ésta y con ella a la escuela y a la familia
Es interesante (¡y necesario!) que tratemos estos temas en los entornos educativos. Genial Marina Subirats, enhorabuena.