Cada vez hay más familias que optan por participar en espacios de crianza compartida, junto con otros padres y madres y sus hijos. ¿Por qué cree que sucede esto?
No se puede ser padre o madre “solo”, no en el sentido de familia monoparental, que es otro tema, si no en el sentido social. La maternidad y la paternidad es una función colectiva, que se asume individualmente pero que implica muchas transformaciones personales que necesitan referencias.  Las hay de carácter económico, de rol, emocional, cambios físicos… Para entender qué haces y qué te pasa necesitas ver a otros. Nos sirve más ver a otros padres y madres y otros niños y niñas para entender a nuestros hijos que la opinión de “expertos”.

¿Por qué?
Valoramos la opinión de otros padres porque constatamos que están viviendo lo mismo que nosotros, porque las referencias de sus experiencias son iguales que las nuestras. No nos hablan desde una teoría, sino desde la práctica. Los padres y las madres buscan otros contextos donde poder entender mejor a su hijo.

En una sociedad como la actual, que tenemos tanta información sobre todo, ¿las inseguridades en la maternidad y paternidad siguen siendo las mismas?
Sí, por supuesto.  Tener una criatura en brazos significa cambiar muchas cosas de la estructura psíquica propia. Aprender a relacionarte con esa criatura no es fácil,  no sabes si no le entiendes, si él no te entiende a ti, si todos los niños lo hacen así. Son circunstancias nuevas, con códigos que se tienen que entender. La única forma que tenemos los humanos de entender esto es participando en comunidades.

¿Y las escuelas infantiles no tienen esta función de referencia para los padres?
Las escuelas infantiles aparecieron principalmente con una función de conciliación. En este país la lucha por la conciliación estuvo más en manos de los maestros que de los sindicatos, y fruto de ello apareció el modelo actual. De esta forma, la función de la escuela infantil es “guardar” a los niños mientras los padres no están por trabajo o por el motivo que sea. Es cierto que durante las horas que están en el centro también se les educa y socializa, pero este modelo deja de lado la participación de la familia en la crianza.

¿A qué edad deberían empezar a ir los niños a la escuela?
Los niños y niñas a edades tempranas lo que tienen que hacer es socializarse. Si el adulto dispone de tiempo para estar con su hijo y para involucrarlo en sus espacios de socialización, no hay ninguna necesidad de que el pequeño acuda a la escuela. 

¿Pero no debe socializarse con otros niños y niñas?
En el sentido estrictamente educativo y de beneficio para los niños, estos tendrían suficiente con acudir a las escuelas infantiles un par de horas al día, a poder ser acompañados de su padre o madre o con algún referente afectivo. Pero insisto, tampoco es necesario que le lleves a la escuela infantil si tienes la posibilidad de participar en colectivos de socialización, como tomar un café con los amigos o ir a comprar.

Entonces participando de la vida cotidiana del adulto, el pequeño ya adquiere las habilidades y conocimientos que necesita para su edad.
La socialización no es la vida en grupo, sino la adquisición de los códigos de la vida en comunidad. El lenguaje, el significado de los objetos, los valores. La vida personal del adulto, con el niño incorporado, ya contempla las necesidades de socialización que son totalmente válidas para el pequeño: ir a comprar, tomar un café con amigos, pasear en familia… Por este motivo, muchos padres y madres prefieren conciliar (si pueden) y buscar espacios de socialización de crianza.

¿Y vale cualquier entorno?
Si tu puedes estar con el niño o el niño tiene un entorno familiar rico a nivel de salud, de criterios, de valores; no hace falta que vaya a escuelas hasta los 2 o 3 años. ¿Qué puede adquirir de más o mejor un niño que puede participar del contexto social de su familia? Nada en absoluto. No es hasta más adelante que se puede enriquecer su experiencia en un entorno más formal. Cuando hablamos de escolarizar, estamos hablando de separar al niño de su padre y madre. Si hay una necesidad laboral, adelante, pero si no la hay, o si hay unos abuelos que pueden ocuparse del niño, la socialización ya es esto, participar de la vida.

Usted dirige un programa que se dedica a detectar y diagnosticar problemas en este ciclo de edad. ¿Qué tipo de problemas se encuentran en las escuelas?
¡Los mismos que en un adulto! Pero nuestro trabajo es hacer un seguimiento y detectar problemas donde no parece que existan. Hay dificultades que se refieren a trastornos evolutivos producidos por déficits físicos o de salud. Por ejemplo, la sordera, o problemas de visión. Este tipo de déficits si son detectados y tratados a tiempo no tienen porqué desarrollar mayor problema en los pequeños. Hay trastornos que no se detectan hasta que el niño es más mayor.

¿Qué tipo de problemas pueden pasar desapercibidos?
Quien nos enseña a ser padres son nuestros propios hijos. El bebé te plantea necesidades y tú vas inventando respuestas. Si no aciertas, el niño protesta y tú pruebas con otra. Lo que no se te ocurre a ti, se lo copias a otro. Pero hay niños que no tienen esta potencia, y si los padres no saben ver que algo pasa, no aparecen los procesos normales de desarrollo.

¿Y cómo se detectan?
Hay dificultades en la crianza que se traducen en angustia por parte del niño o niña y para los padres. A veces, al final los llegamos a entender, pero otras veces no, y por eso es necesario que haya algún experto cerca que pueda detectar estos problemas. Una madre que no se siente segura de lo que está haciendo, no insiste en lo que le propone al niño. El niño siente esta inseguridad de la madre y desconfía. ¿Quién regula aquí, el niño o la madre? Las pequeñas dificultades de crianza pueden derivar en problemas más graves, aunque eso no quiere decir que todas las dificultades terminen en problemáticas serias.

Y los niños tan pequeños, ¿cómo expresan que están angustiados?
Hay  niños que lo pasan mal y se portan muy mal y alguien se preocupa por ellos,  por su conducta. Pero los niños que lo pasan mal y no dicen nada, porque tampoco saben cómo expresarlo, pasan desapercibidos, pasan como criaturas tímidas.

¿Las escuelas infantiles están suficientemente dotadas a nivel humano y de recursos para detectar este tipo de problemas?
No. El modelo de atención temprana empezó hace 32 años, pero no se ha desarrollado como es debido. Aún queda mucho por hacer y es deber de todos defender un modelo integral.

Cuando se escolariza por primera vez a un niño, ¿qué hay que tener en cuenta?
A veces en estos momentos se cometen errores involuntariamente. Por ejemplo, no todos los niños lo llevan igual de bien o mal, y algunos sufren mucho. Estos niños entran en un proceso de negación de la realidad. Cuando los niños empiezan a acudir a centros educativos siendo tan pequeños, necesitan recordar que sus padres existen, porque no tiene suficiente memoria. Esto los descoloca, porque hasta ahora les atendían muy bien, en contextos conocidos, y ahora están en un sitio nuevo. El niño llora y su madre no viene.

¿Hay un método de introducción a la escolarización que sea menos traumático?
Sí, nosotros utilizamos un sistema que hace que paulatinamente el pequeño coja confianza en el nuevo entorno y de esta forma el cambio no sea tan brusco. Hay que hacer un proceso de adaptación. Para empezar, el centro debe atender a los padres, debe conocerlos, saber porque escolarizan al niño y, sobretodo, darles confianza. Solo si los padres confían en el centro y en las personas que atenderán a su hijo o hija, el pequeño estará tranquilo y feliz durante la escolarización.

Pero dejar a un niño pequeño al cuidado de desconocidos nunca es fácil.
Cuando ves que tu hijo está dispuesto a ir en brazos de otro es cuando el pequeño confía. El niño estará tranquilo cuando vea que los padres también están seguros.

Y el momento de dejarlos en el aula, ¿cómo debe ser?
Es importante que el niño tenga un referente con él hasta que espontáneamente acepte participar en el grupo. Nosotros tenemos a los padres sentados en sillas cerca de la puerta y tienen una línea dibujada de la que no pueden pasar. Los niños pueden escoger entre estar con sus padres o ir a jugar al otro lado. Lo que no pueden hacer es llevar los juguetes donde están los padres.

¿Y funciona?
Cuando tu hijo ve que tú disfrutas viendo a los otros niños jugar y que apruebas su conducta, él se empezará a interesar. Hasta que llega un momento que, como decíamos, aceptará formar parte del grupo. Puede ser que el niño prefiera estar con los padres, pero no aguantan más de dos o tres días en esta situación. Es importante que la actitud corporal de los padres sea proclive a que el niño explore: si tenemos al niño abrazado o entre las piernas, con el cuerpo le estamos diciendo que no queremos que se vaya.

Acerca del autor

Tiching

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Comentarios(5)

  • Nunca es tarde para aprender, el tema está interesante y aún lo podemos aplicar con los nietos, si es que se nos permite participar en su educación.

  • Laura Aguilar Gómez

    Es interesante, ya que el proceso de socialización es de los complejos que enfrenta el niño.

  • excelente escrito,puedo como abuela compartir lo expuesto por Arnaiz y en esto de la educacion,de los niños yo que soy docente universitaria me he enriquecido de los aportes de Tiching para aplicarlos a la educxacion de mis nietas

  • Interesantisimo. Gracias por estas experiencias

  • Alejandra O Talledo P

    Estupendo reportaje y totalmente valedero, la vida nos va llevando porque es el unico lugar para aprender; ademas de las experiencia de otros. Ser padres es a veces una loteria. Gracias por las publicaciones

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