¿Nos puede definir que es la pedagogía transformadora?
Es una metodología que hace más de 25 años que se lleva a la práctica. Además de las asignaturas clásicas como las lenguas, la informática, geografía, etc., también impartimos de forma reglada dentro del currículo otra asignatura que ayuda a las personas a adquirir lo que yo denomino la madurez mental.

¿Que es esta madurez mental y cómo se adquiere?
Los conceptos que tiene que ver con la madurez mental son, entre otras muchas: la adquisición de las virtudes, la formación de un carácter, de todo lo que tiene que ver con los sentimientos, con las emociones, la intuición, los sueños, la inteligencia, la percepción… Podemos hacer una lista infinita.
Todo esto lo trabajamos en una asignatura en la que el objetivo es que el niño aprenda que tiene el derecho honesto, empático, generoso, etc. Cuando un niño no es así porque no ha adquirido este aprendizaje no se merece ser despreciado. Tenemos un método estructurado en unos espacios en el que cada niño o niña puede trabajar aquellos que necesita reforzar, por ejemplo la autodisciplina, la autoestima, etc. Cada espacio tiene materiales propios para trabajar de forma individual y de forma comunitaria. No evaluamos a la antigua usanza, pero sí que tiene unos objetivos que puede modular.

¿Por qué es importante trabajar esta madurez?
Desde que nacemos estamos expuestos a muchos aprendizajes, algunos de ellos reglados, otros son de tipo informal. Pensamos en cosas muy básicas: vestirse y desvestirse, utilizar los cubiertos, atarse los cordones, etc. En el colegio aprenden mucho contenido relevante para cada asignatura. Pero nadie piensa en aquellos trabajos que tienen que ver con la madurez de la mente. Es fácil pensar que esto se adquiere de forma espontánea y salvaje, pero no. Estas adquisiciones, si no se hacen de forma consciente pueden, a la larga, estropear la vida de las personas, porque no saben relacionarse, no saben gestionar su vida, sus objetivos, sus deseos.

¿Qué es lo más importante que hay que enseñarles a los niños?
Aquello que le convierta en una persona capaz de ser feliz. Cuando examino currículos educativos que hay en la actualidad me doy cuenta que hay mucha materia en la que lo único que hace el maestro es dar unos contenidos que hay que memorizar. Para hacer este tipo de aprendizaje no se necesita un profesor. Pero para asumir las adquisiciones que enumeramos antes sí que se necesita un maestro, un guía, porque esto formará parte de la proyección que hará el niño sobre su vida, sobretodo de los 0 a los 7 años. Si al niño se le hace una formación del carácter que tenga buenos fundamentos, que asuma habilidades y valores que ya no podran quebrarse, si aprende a relacionarse bien con él mismo y en consecuencia con su propia familia y su entorno, será una persona feliz.

¿La formación de los docentes les prepara para la realidad que se encontraran?
Yo lo que puedo observar es sobre los docentes que se acercan a nuestros cursos de pedagogía transformadora. Veo que están muy bien preparados a nivel curricular, es exquisito si lo comparas con la formación que yo recibí en tiempos del franquismo. Claro, el cambio es abismal. Pero están desencantados. Saben hacer unidades didácticas interesantísimas, planificaciones curriculares muy eficientes, métodos para hacer lúdico el aprendizaje, crítico, creativo, etc. Pero les falta la capacidad de gestionar la cotidianidad que están directamente relacionados con inmadurez mental de los niños. Les cuesta resolver conflictos por ejemplo.
No tienen herramientas para hacer frente a estas situaciones.

La pedagogía transformadora nace en su primer viaje a Katmandú. ¿Qué sucede que le lleva a trabajar en esta clave?
En el primer viaje empecé trabajando en una escuela haciendo material Montessori. Allí identifiqué los tres venenos de la mente: no puedo, no debo, no me lo merezco. Intenté que los niños jugaran un día a reproducir profesiones, unos médicos, otros carpinteros, otros maestros. Los niños que debían tener 4 o 5 años, casi horrorizados, me decían que ellos no podían hacer eso, que no se merecían esas profesiones. Aquello me afectó mucho y empecé a estudiar cómo se adquiere esta concepción de uno mismo, cómo se adquieren las primeras huellas del pensamiento. A partir de aquí empecé a seguir estudiosos, religiosos, tendencias que hubieran trabajado con la madurez de la mente humana.

Por su bagaje personal y profesional ha podido conocer muchas escuelas diferentes que se basan en la pedagogía de diversos autores de la Escuela Nueva (Decroly, Freinet, Reggio Emilia…). ¿Cuál ha sido su referente?
Antes de marchar a Nepal trabajé durante 10 años en una escuela de parvulario en Ripoll.
Montessori habló mucho de las adquisiciones de la conciencia. Freinet, Decroly, el movimiento de Reggio Emilia han hecho aportaciones muy muy importantes y hay que recuperar buena parte de su trabajo. Pero creo que ahora es importante trabajar sobre lo que es la conciencia, la mente, el propósito de nuestra vida aquí en la tierra. Los niños desde muy pequeños definen su propósito de vida. Tenemos que buscar aprendizajes significativos y sobre todo conscientes, que los niños sepan para qué les servirá, por qué lo quieren aprender.

¿Qué papel tiene el maestro?
Los maestros son transmisores. Debemos tener en cuenta que la pedagogía nunca es neutral, un maestro, con sus enseñanza también transmite su ideología, su carácter, su forma de entender el mundo. Pero lo más importante sería poder dotar a los niños de las herramientas para distinguir la personalidad de sus maestros de sus enseñanzas. Es muy importante dar herramientas a los niños para no hacerlos esclavos del pensamiento de otros.

¿Y cuál es el mejor aprendizaje que un maestro puede dar?
El niño debe entender que tiene derecho a ser feliz en la tierra. Que pese a que la felicidad nunca es el 100% porque el sufrimiento forma parte de nuestra vida, su misión, la más importante, es conseguir la felicidad aquí. Para que el niño pueda medir sus niveles de felicidad le tienen que hacer entender en qué estado está su felicidad. ¿Lo que hago me acerca a la felicidad o me aleja? Por más que tengamos títulos universitarios o puestos internacionales y trabajos que nos dan mucho dinero, si eso no nos hace felices no hay nada en el mundo que valga la pena. La conquista de la felicidad es la asignatura pendiente del siglo XXI.

Y esto sirve para todas las escuelas del mundo.
Por supuesto. He viajado con mi pedagogía por todo el mundo y puedo decir con rotundidad que no por pertenecer a un país rico, a uno en vías de desarrollo, o a uno pobre, se tiene bien resuelta la asignatura de la felicidad. La madurez mental nos lleva a esta meta. Espero que este siglo XXI vivamos una gran revolución pedagógica que sea la evolución de la consciencia humana.


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