Las evidencias neuro-científicas de los últimos años confirman que sin vínculo afectivo no es posible el aprendizaje. Los niños y niñas exploran su entorno para aprender y necesitan sentir seguridad, física y emocional, para desarrollarse.
El legado escrito de la pedagoga italiana Maria Montessori ya nos hablaba de la importancia de las emociones en la educación, es necesario que el/la niño/a sienta seguridad y amor para poder integrar el conocimiento. Sin embargo, es un aspecto que apenas se tiene en cuenta en la escuela actual.
Las dinámicas del sistema educativo tradicional generan una relación vertical entre el/la docente y el niño/a. Esa relación de poder a menudo genera un malestar en el alumno/a, que siente que está constantemente a prueba y no ve al adulto como un punto de apoyo si no como la autoridad misma.
Si recogemos la esencia de la obra directa de Maria Montessori, allí se señala que una de las principales tareas del adulto es cuidar la vida psíquica del niño. El objetivo es no desviar su naturaleza, encajonándolo en ciertas dinámicas inapropiadas e impuestas por una mentalidad adulto-céntrica en un sistema de escolarización totalmente obsoleto.
Desde este punto de vista, se desarrolla el concepto de Ambiente Preparado. Se trata por una parte del entorno físico. Éste consiste en todo el despliegue curricular, la forma en que se le muestran las cosas a los alumnos/as, la distribución de los muebles en las aulas, las plantas, la luz natural, todo accesible a su estatura, limpio y agradable.
Pero, por otro lado, ese ambiente preparado deja de tener sentido si no se desarrolla a su vez el Ambiente Preparado psíquico. Aquí entra todo el cuidado emocional que desarrolla el o la Guía Montessori para con sus alumnos/as. Es un espacio en el que, desde la autoobservación, se propicia un clima afectivo y respetuoso necesario para el desarrollo pleno de cada niño y niña.
El ambiente preparado psíquico se pone en práctica a partir de unas directrices con las que se trabajan los vínculos, límites y acuerdos, así como los ritos que permiten la construcción de una identidad individual y colectiva.
Resumimos esas directrices en 5 claves
- El movimiento: Según la obra de Maria Montessori, el/la niño/a desarrolla su propia inteligencia a través del movimiento. Cuidar el bienestar emocional del/la alumno/a, pasa por darle la posibilidad de moverse libremente por el aula. No tiene sentido obligar a los niños y niñas a estar sentados en una silla mirando hacia la pizarra durante 6 horas.
- La libertad: en el aula Montessori se trabaja la libertad como herramienta para la disciplina y la responsabilidad. Se enfoca desde distintas vertientes y cada una de ellas permite desarrollar unos aspectos concretos: Libertad de trabajo individual o en grupo (cooperación natural), libertad de conversar (para preguntar, colaborar, resolver conflictos, pedir favores…) y libertad de escoger el trabajo (motivación, implicación y concentración). Sentir libertad para tomar decisiones en el marco del aula, ayuda sustancialmente a que niños y niñas desarrollen su autoestima.
- La autonomía: Según la pedagogía Montessori, cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el aprendizaje. De esta forma, el/la niño/a, poco a poco, se siente capaz de realizar las actividades solo/a, lo que ayuda a desarrollar su autonomía e independencia.
- El respeto: Es uno de los pilares más importantes en la educación Montessori, el respeto hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el ambiente. Tratar a los/las niños y niñas con respeto, inculca ese modo de actuar en ellos y ellas, y genera un ambiente pacífico y seguro.
- ‘Modales y cortesía’: Se trata de un apartado del enfoque Montessori que consiste en hacer juegos de rol para representar vivencias y distintas situaciones cotidianas y aprender a resolverlas. En esos juegos se aprende a hablar con los demás, a interrumpir a alguien que está trabajando sin molestar, a esperar que otra persona ocupada nos atienda, a actuar cuando alguien llega al ambiente, a desplazarse, etc.
El objetivo del apartado ‘modales y cortesía’ es que el/la niño/a entienda los códigos de relación en un grupo grande, así como a comunicar de forma cordial, respetuosa y fraterna.
Todas estas claves se transmiten a los/las alumnos/as en el día a día mediante la forma de tratarlos y comunicarse con ellos, explicándolas. De esta forma no perciben al profesor/a como la autoridad, sino como un guía en quién confiar. Todo ello genera una sensación de seguridad que les permite integrar el conocimiento que se les traslada y disfrutar del aprendizaje y de la etapa escolar.
A menudo se cree que la educación Montessori consiste únicamente en el Ambiente físico, aulas amplias y material de madera para desarrollar los sentidos. No obstante, se ha demostrado que se trata de un enfoque integral que busca ser respetuoso con la infancia, etapa crucial para la formación de la personalidad y de las potencialidades de cada niño y niña.
Así pues, afecto, emoción y aprendizaje son una triada inseparable, y la forma de cuidar el vínculo emocional con los alumnos es haciendo que se sientan queridos y comprendidos. De esta forma mejorará la comunicación y su autoestima, a la vez que se favorece el desarrollo social, cognitivo y afectivo del niño/a.
En palabras de Maria Montessori “La actitud del educador ha de ser de amor y de respeto absoluto a su dignidad como ser humano.”